2000–2009
“Mamá, ¿somos cristianos?”
Abril 2007


“Mamá, ¿somos cristianos?”

Soy un cristiano devoto sumamente afortunado de tener mayor conocimiento de la verdadera “doctrina de Cristo” desde de mi conversión a la Iglesia restaurada.

El cristianismo celebra la vida y el ministerio de Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios el Eterno Padre. Hay iglesias cristianas con grandes variaciones de doctrina por todo el mundo. Cuando Cortnee, la hija de un presidente de misión, tenía catorce años e iniciaba el año noveno de sus estudios en una nueva escuela, sus compañeros le preguntaron si era cristiana. Se burlaron de ella cuando respondió que era mormona, nombre por el que se conoce a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Al llegar a casa ella le preguntó a su madre: “Mamá, ¿somos cristianos?”.

Durante mi niñez, mi familia era miembro devoto de otra fe cristiana. Se me bautizó como miembro de esa iglesia poco después de mi nacimiento, y nuestra familia iba a la iglesia cada semana. Por muchos años mis hermanos y yo ayudamos a los pastores que dirigían los servicios dominicales. Nuestra familia oraba junta cada día, lo que me enseñó la importancia de la oración familiar. Pensé que algún día me haría clérigo de tiempo completo de mi iglesia. No había duda en nuestra mente que nos podíamos catalogar como cristianos devotos.

Sin embargo, cuando era estudiante universitario llegué a familiarizarme con los miembros y las enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días: una fe cristiana centrada en el Salvador. Comencé a aprender en cuanto a la doctrina de la restauración del evangelio de Jesucristo en estos últimos días. Aprendí verdades que no había conocido antes, las cuales cambiaron mi vida y la forma en que percibía el Evangelio. Después de mucho estudio, oración y fe, decidí aceptar las bellas verdades restauradas que sólo se encuentran en esta Iglesia.

La primera verdad restaurada que aprendí fue la naturaleza de la Trinidad. En los tiempos bíblicos se conocía la verdadera doctrina cristiana donde la Trinidad consta de tres personajes distintos. En varias ocasiones, Dios dio testimonio de Jesús, Su Hijo Unigénito. Habló en el bautismo de Jesús: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”1. Jesús mismo testificó de Dios, Su Padre, al decir: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”2. Después de la muerte y la resurrección de Jesús, aprendemos que “Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios”3. Qué testimonio tan espectacular de la Trinidad expresó aquel discípulo de Cristo.

El conocimiento con respecto a Dios y el hecho de que es un ser distinto de Su hijo y del Espíritu Santo se perdió después de la muerte de Cristo y de Sus apóstoles. La confusión y las doctrinas falsas en cuanto a la Trinidad fueron producto del Credo de Nicea y de los consejos de Constantinopla, donde hombres declararon que en vez de ser tres personajes distintos, la Trinidad se componía de tres personajes en un solo Dios. De la misma forma en que los reformadores protestantes cristianos tuvieron problemas con esos credos de hombres, yo también los tenía. Las enseñanzas que aprendí en mi juventud en cuanto a la Trinidad eran incomprensibles para mí.

Sin embargo, cuando me enseñaron las gloriosas verdades de la Primera Visión que tuvo el profeta José Smith, fue para mí un abrir de ojos sensacional comprender al fin la verdad en cuanto a la naturaleza de Dios el Eterno Padre y Su Hijo Unigénito. José declaró: “Vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!4. Esa visión celestial restauró una vez más a la tierra el conocimiento maravilloso, claro y precioso de Dios y de Su Hijo, disipando inmediatamente las enseñanzas que yo había aprendido en cuanto a la Trinidad.

Sé que las revelaciones celestiales han remplazado los graves errores de doctrinas elaboradas por hombres en lo que concierne a la Trinidad. Sé que Dios es nuestro Padre Celestial. Su Hijo, Jesucristo, es mi Salvador. El Espíritu Santo testifica del Padre y del Hijo. Expreso mi profunda gratitud a Dios por presentar al Señor Jesucristo resucitado a la humanidad en estos últimos días. El Salvador vive; se le ha visto; ha hablado; Él dirige la obra de Su Iglesia hoy día por medio de apóstoles y profetas. Cuán maravillosas verdades ha enseñado como el Buen Pastor que continúa velando por Sus ovejas.

La segunda verdad restaurada que aprendí como investigador de esta Iglesia fue la existencia de Escrituras y revelación adicionales. El profeta Isaías vio en una visión un libro, y proclamó que era parte de “una obra maravillosa y un prodigio”5. Testifico que el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo, es tal libro. Es un registro sagrado que los profetas de Dios escribieron para persuadir a todas las personas a venir a Cristo, y ayuda a revelar el evangelio de Jesucristo en su plenitud. El Libro de Mormón habla de profetas y otros miembros fieles de la Iglesia que tomaron sobre sí el nombre de Cristo, aún antes del nacimiento del Salvador6. Este libro relata del Cristo resucitado que enseña a las personas lo que deben hacer para obtener paz en esta vida y salvación eterna en el mundo venidero. ¿Qué podría ser más cristiano que procurar tomar sobre nosotros Su nombre y seguir Su consejo para ser como Él?

El presidente Gordon B. Hinckley dijo: “No puedo comprender por qué el mundo cristiano no acepta este libro”7. A la edad de veintiún años leí por primera vez el Libro de Mormón; después pregunté a Dios si era verdadero. El poder consolador del Espíritu Santo8 me manifestó la veracidad de este libro. Sé que el Libro de Mormón es un segundo testamento de Jesucristo. Uno mi testimonio al de los profetas de este libro sagrado para declarar que “Hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo”9. Estoy sumamente agradecido por cada palabra que Él ha dicho, y por cada palabra que continúa diciendo al saciar nuestra sed con agua viva.

Otra verdad restaurada del Evangelio con la cual llegué a familiarizarme fue la restauración de la autoridad del sacerdocio, o el poder de actuar en el nombre de Dios. Dios y Cristo han enviado, en nuestros días, a profetas y apóstoles de la antigüedad, tales como Elías el Profeta, Moisés, Juan el Bautista, Pedro, Santiago y Juan, para restaurar el santo sacerdocio de Dios. Cada poseedor del sacerdocio de esta Iglesia puede determinar el origen de la autoridad de su sacerdocio directamente hasta Jesucristo. Los hombres ahora poseen las llaves para establecer la Iglesia para que podamos venir a Cristo y participar de Sus ordenanzas eternas de Salvación10. Testifico que ésta es la Iglesia de Jesucristo —la única Iglesia facultada con la verdadera autoridad del sacerdocio para ejercer las llaves de salvación por medio de ordenanzas sagradas.

Cortnee preguntó: “Mamá, ¿somos cristianos?”. En calidad de miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, tú eres cristiana y yo también. Soy un cristiano devoto sumamente afortunado de tener mayor conocimiento de la verdadera “doctrina de Cristo”11 desde mi conversión a la Iglesia restaurada. Por estas verdades se determina que esta Iglesia posee la plenitud del evangelio de Jesucristo. Al igual que otros miembros de la Iglesia, ahora entiendo la verdadera naturaleza de la Trinidad, tengo acceso a Escrituras y revelación adicionales, y puedo participar de las bendiciones de la autoridad del sacerdocio. Sí, Cortnee, somos cristianos, y testifico de estas verdades en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Mateo 3:17.

  2. Juan 17:3.

  3. Hechos 7:55–56.

  4. José Smith—Historia 1:17.

  5. Véase Isaías 29:14; véanse también los versículos11–12, 18.

  6. Véase Alma 46:14–16.

  7. “El maravilloso fundamento de nuestra fe”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 81.

  8. Véase Moroni 10:4–5.

  9. 2 Nefi 25:26.

  10. Véase D. y C. 2; 13; 110; 112:32.

  11. 2 Nefi 31:2; véase también 3 Nefi 11:31–36.