Tengan valor

Thomas S. Monson

President of the Church


 
Mi ruego ferviente es que tengan el valor que se necesita para abstenerse de juzgar a los demás, el valor para ser castas y virtuosas, y el valor para defender la verdad y la rectitud.

Mis queridas hermanitas: ¡qué escena tan maravillosa son ustedes! Reconozco que más allá de este magnífico Centro de Conferencias hay miles reunidas en capillas y en otros recintos de muchas partes del mundo. Ruego la ayuda divina al aceptar la oportunidad de dirigirme a ustedes.

Hemos escuchado mensajes oportunos e inspiradores de sus líderes generales de las Mujeres Jóvenes. Ellas son mujeres excelentes, llamadas y apartadas para guiarlas y enseñarles. Ellas las aman, al igual que yo.

Ustedes han venido a esta tierra en una época gloriosa. Las oportunidades que tienen por delante son casi ilimitadas. Casi todas ustedes viven en casas cómodas, con familias que las aman, comida adecuada y ropa suficiente; además, la mayoría de ustedes tiene acceso a increíbles avances tecnológicos; se comunican por teléfono celular, mensajes de texto, mensajes instantáneos, correos electrónicos, blogs, Facebook y medios similares; escuchan música en sus iPODs y reproductores MP3. Desde luego, esta lista representa sólo algunas de las tecnologías que tienen a su disposición.

Todo esto resulta un poco impresionante para alguien como yo que creció cuando las radios eran grandes muebles que se colocaban en el piso y casi no existían televisores, y mucho menos las computadoras y los teléfonos celulares. De hecho, cuando tenía la edad de ustedes, la mayoría de las líneas telefónicas eran compartidas. En nuestra familia, si queríamos usar el teléfono, primero teníamos que levantarlo y escuchar para asegurarnos de que ninguna otra familia estuviera usando la línea, ya que varias familias compartían la misma línea.

Podría pasar toda la noche mencionando las diferencias que existen entre mi generación y la de ustedes. Me basta decir que mucho ha cambiado desde la época en que yo tenía la edad de ustedes y el presente.

Aunque éste es un período extraordinario en el que abundan las oportunidades, ustedes también afrontan desafíos que son propios de esta época. Por ejemplo, las mismas herramientas tecnológicas que he mencionado proporcionan oportunidades al adversario para tentarlas y atraparlas en su red de engaño, con la esperanza de apoderarse de su destino.

Al contemplar todo lo que afrontan en el mundo hoy, me viene a la mente una palabra que describe un atributo que todos necesitamos, pero que ustedes, en este momento de su vida y en este mundo, necesitarán de forma especial. Ese atributo es el valor.

Esta noche me gustaría hablarles sobre el valor que necesitarán en tres aspectos de su vida:

  • Primero, el valor para abstenerse de juzgar a los demás.

  • Segundo, el valor para ser castas y virtuosas, y

  • Tercero, el valor para defender la verdad y la rectitud.

Permítanme hablar primero del valor para abstenerse de juzgar a los demás. Quizás se pregunten: “¿Eso realmente requiere valor?”. Yo les respondería que creo que hay muchas ocasiones cuando abstenerse de juzgar —o de decir chismes o criticar, cosas que por cierto son similares a juzgar— requiere un acto de valor.

Lamentablemente, hay quienes sienten la necesidad de criticar o denigrar a los demás. Sin duda, ustedes se habrán encontrado con ese tipo de personas y lo harán en el futuro. Mis queridas amiguitas, no existe la necesidad de preguntarse cómo debemos comportarnos en esas situaciones. En el Sermón del Monte, el Salvador declaró: “No juzguéis” 1 . Más adelante, amonestó: “Cesad de criticaros el uno al otro” 2 . Al estar rodeadas de sus compañeras y sientan la presión del grupo para criticar y juzgar, se requerirá verdadero valor para no participar en ello.

Me atrevo a decir que hay jovencitas a su alrededor que, debido a los comentarios hirientes y críticas que ustedes han hecho, a menudo quedan excluidas. Parece ser lo normal, en especial en esta época de su vida, ser cruel o evitar a las personas que parezcan ser diferentes o no concuerden con lo que nosotros o los demás creen que deberían ser.

El Salvador dijo:

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros…

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” 3 .

La madre Teresa, una monja católica que trabajó entre los pobres de la India casi toda su vida, dijo esta verdad: “Si juzgas a las personas, no tendrás tiempo para amarlas”.

Una amiga me contó una experiencia que tuvo hace muchos años cuando era una adolescente. En su barrio había una jovencita que se llamaba Sandra, quien había sufrido una lesión al nacer, lo que le ocasionó cierta forma de discapacidad mental. Sandra anhelaba ser parte del grupo con las otras muchachas, pero lucía discapacitada y actuaba como discapacitada; la ropa nunca le quedaba a la medida; a veces hacía comentarios imprudentes. Aunque Sandra asistía a las actividades de la Mutual, la maestra era siempre la que tenía que acompañarla y tratar de hacerla sentir bienvenida y valorada, pues las jóvenes no lo hacían.

Entonces ocurrió algo: una nueva jovencita de la misma edad se mudó al barrio. Nancy era una muchacha agradable, pelirroja, segura de sí misma y popular que se integraba fácilmente. Todas las jóvenes querían ser sus amigas, pero Nancy no limitaba sus amistades. De hecho, se esforzó por ser amiga de Sandra y asegurarse de que se la incluyera en todo. A Nancy parecía agradarle Sandra de verdad.

Naturalmente, las demás muchachas lo notaron y empezaron a preguntarse por qué nunca habían procurado la amistad de Sandra; ahora, eso no sólo parecía ser aceptable, sino deseable. Con el tiempo, empezaron a darse cuenta de lo que Nancy les estaba enseñando con su ejemplo: que Sandra era una valiosa hija de nuestro Padre Celestial, que tenía algo que aportar y que merecía que se le tratara con amor, bondad y una actitud positiva.

Un año después, cuando Nancy y su familia se mudaron del vecindario, Sandra era integrante permanente del grupo de jovencitas. Mi amiga dijo que, desde entonces, ella y las otras jóvenes se aseguraron de que a nadie se le excluyera, sin importar lo que la hiciera ser diferente. Habían aprendido una lección eterna y valiosa.

El amor genuino transforma vidas y cambia la naturaleza humana.

Mis preciadas jóvenes hermanas, ruego que tengan el valor para abstenerse de juzgar y criticar a las personas que las rodean, así como el valor para asegurarse de que a todas se les incluya y se les haga sentir amadas y valoradas.

Me referiré ahora al valor que necesitarán para ser castas y virtuosas. Ustedes viven en un mundo en el que gran parte de los valores morales se han dejado de lado, donde el pecado se exhibe de modo descarado y donde las asedian tentaciones para desviarlas del sendero estrecho y angosto. Hay muchas voces que les dicen que son demasiado ingenuas o que tienen un problema si todavía creen que existe el comportamiento inmoral.

Isaías declaró: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz” 4 .

Se requiere gran valor para permanecer castas y virtuosas en medio de las ideas que se aceptan en estos tiempos.

Según la perspectiva del mundo actual, hay muy pocos que piensan que un joven y una joven se mantendrán moralmente limpios y puros antes del matrimonio. ¿Hace eso que el comportamiento inmoral sea aceptable? ¡De ninguna manera!

¡Los mandamientos de nuestro Padre Celestial no están sujetos a la negociación!

Es poderosa la cita del comentarista de noticias Ted Koppel, que por muchos años fue el presentador del programa Nightline, de la cadena televisiva ABC. Dijo:

“Nos hemos convencido de que los eslogans nos salvarán. ‘Inyéctate si tienes que hacerlo, pero usa una aguja limpia’, o ‘Disfruta del sexo cuando quieras y con quien quieras, pero protégete…’

“¡No! ¡La respuesta es no! No porque no esté de moda o no sea sensato, ni porque podrías terminar en la cárcel o morir en la sala de enfermos de SIDA, sino ¡porque está mal!

“Lo que Moisés trajo del monte Sinaí no fueron las Diez Sugerencias, son mandamientos; ¡son, no eran!” 5 .

Mis dulces jóvenes hermanas, conserven una perspectiva eterna. Estén alerta a cualquier cosa que pudiera robarles las bendiciones de la eternidad.

La ayuda para mantener la perspectiva correcta en estos tiempos de permisividad proviene de muchas fuentes. Un recurso valioso es su bendición patriarcal; léanla con frecuencia; estúdienla detenidamente; déjense guiar por sus advertencias; vivan para merecer sus promesas. Si aún no han recibido su bendición patriarcal, planeen el momento en que la recibirán, y después atesórenla.

Si alguna ha tropezado en su jornada, hay un camino de regreso. El proceso se llama arrepentimiento. Nuestro Salvador murió para darnos a ustedes y a mí ese bendito don. El sendero puede ser difícil, pero la promesa es real: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos” 6 , “…y no me acordaré más de [ellos]” 7 .

Hace algunos años, otra Primera Presidencia hizo esta declaración, y la Primera Presidencia de ustedes hoy se hace eco de ese llamado. Cito sus palabras: “A los jóvenes… rogamos que vivan [una vida pura], porque la vida impura sólo trae sufrimiento, angustia y problemas físicos; y en lo espiritual, es la senda hacia la destrucción. Cuán gloriosa es y cuán cerca a los ángeles está la juventud que es pura; esa juventud experimenta gozo inexpresable aquí y dicha eterna en la vida venidera. La pureza sexual es la posesión más preciada; es la base de toda rectitud” 8 .

Ruego que tengan el valor para ser castas y virtuosas.

Mi última súplica de esta noche es que tengan el valor para defender la verdad y la rectitud. Debido a que la tendencia de la sociedad de hoy está alejada de los valores y principios que el Señor nos ha dado, casi con certeza tendrán que defender aquello en lo que creen. A menos que las raíces de su testimonio estén firmemente arraigadas, les resultará difícil soportar las burlas de los que cuestionen su fe. Si su testimonio del Evangelio del Salvador y de nuestro Padre Celestial está bien cimentado, influirá en todo lo que hagan a lo largo de la vida. Lo que más desea el adversario es que ustedes permitan que los comentarios burlones y las críticas contra la Iglesia les causen dudas e incertidumbre. Su testimonio, si lo nutren constantemente, las mantendrá a salvo.

Recordemos la visión que tuvo Lehi del árbol de la vida. Él vio que muchos de los que se habían asido a la barra de hierro y habían avanzado por el vapor de tinieblas hasta finalmente llegar al árbol de la vida y participar del fruto del árbol, “miraron en derredor de ellos, como si se hallasen avergonzados” 9 . Lehi se preguntó cuál sería la causa de su vergüenza. Al mirar a su alrededor, vio “del otro lado del río un edificio grande y espacioso…

“Y estaba lleno de personas, tanto ancianas como jóvenes, hombres así como mujeres; y la ropa que vestían era excesivamente fina; y se hallaban en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo a los que… estaban comiendo [del fruto]” 10 .

El edificio grande y espacioso de la visión de Lehi representa a los del mundo que se burlan de la palabra de Dios y ridiculizan a los que la aceptan, y a los que aman al Señor y cumplen los mandamientos. ¿Qué sucede con los que se avergüenzan cuando se burlan de ellos? Lehi nos dice: “Y después que hubieron probado del fruto, se avergonzaron a causa de los que se mofaban de ellos; y cayeron en senderos prohibidos y se perdieron” 11 .

Mis queridas jóvenes hermanas, con el valor de sus convicciones, ruego que declaren junto con el apóstol Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación” 12 .

En caso de que se sientan incompetentes ante la labor que las aguarda, les recuerdo otra declaración conmovedora del apóstol Pablo, de la cual pueden obtener valor: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio” 13 .

Para finalizar, deseo contarles el relato de una joven valiente cuya historia ha trascendido las edades como un ejemplo de valor en la firme defensa de la verdad y de la rectitud.

La mayoría de ustedes conoce el relato del Antiguo Testamento sobre Ester. Es un relato muy interesante e inspirador de una hermosa joven judía cuyos padres habían fallecido, dejándola a cargo de un primo mayor, Mardoqueo y de su esposa.

Mardoqueo trabajaba para el rey de Persia, y cuando el rey estaba en busca de una reina, Mardoqueo llevó a Ester al palacio y la presentó como candidata, advirtiéndole que no revelara que era judía. Ester agradó al rey más que todas las demás, y la hizo su reina.

Amán, el principal de la corte del rey, se llenaba de ira cada vez más porque Mardoqueo no se inclinaba ante él ni le rendía reverencia. Como represalia, Amán convenció al rey, de forma un tanto astuta, de que había “un pueblo” en todas las 127 provincias del reino cuyas leyes eran diferentes a las de los demás, que no guardaban las leyes del rey y que debían ser destruidos 14 . Sin mencionar el nombre de ese pueblo al rey, Amán naturalmente se refería a los judíos, entre ellos a Mardoqueo.

Con el permiso del rey para atender el asunto, Amán envió cartas a los gobernadores de todas las provincias, y les mandó “destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres… en el día trece del mes duodécimo” 15 .

Por medio de un siervo, Mardoqueo informó a Ester del decreto en contra de los judíos, y le pidió que fuera a suplicar al rey por su pueblo. Al principio Ester vaciló y le recordó a Mardoqueo que era contra la ley que cualquiera entrara al patio central del rey sin ser llamado. El resultado sería la pena de muerte, a menos que el rey extendiera su cetro de oro para dejar vivir a la persona.

La respuesta de Mardoqueo a la duda de Ester fue franca. Él le contestó de esta manera:

“No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío.

“Porque si callas absolutamente en este tiempo… tú y la casa de tu padre pereceréis” 16 .

Y luego añadió esta curiosa pregunta: “¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?” 17 .

Como respuesta, Ester le pidió a Mardoqueo que reuniera a todos los judíos que pudiera y les solicitara que ayunaran tres días por ella, y que ella y sus doncellas harían lo mismo. Ella declaró: “…entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” 18 . Ester había cobrado valor y permanecería firme e inmutable por lo que era justo.

Preparada física, emocional y espiritualmente, Ester entró en el patio interior de la casa del rey. Cuando el rey la vio, extendió el cetro de oro y le dijo que le otorgaría cualquier petición que tuviera. Ella invitó al rey a un banquete que había preparado y, durante ese banquete, ella le dio a conocer que era judía. También expuso la conspiración encubierta de Amán para exterminar a todos los judíos del reino. La súplica de Ester para salvar su vida y la de su pueblo fue concedida 19 .

Mediante el ayuno, la fe y el valor, Ester salvó a una nación.

Es probable que a ustedes no se les pida arriesgar su vida para defender sus creencias como lo hizo Ester. Sin embargo, es muy posible que se encuentren en situaciones que requieran gran valor para defender la verdad y la rectitud.

Les reitero, mis queridas jóvenes hermanas, que aunque siempre ha habido desafíos en el mundo, muchos de los que ustedes afrontan son exclusivos de esta época; pero ustedes son algunas de las hijas más fuertes de nuestro Padre Celestial y Él las ha reservado para venir a la tierra “para esta hora” 20 . Con la ayuda de Él, tendrán el valor de afrontar lo que venga. Aunque en ocasiones el mundo parezca oscuro, ustedes tienen la luz del Evangelio que será como un faro para guiar su camino.

Mi ruego ferviente es que tengan el valor que se necesita para abstenerse de juzgar a los demás, el valor para ser castas y virtuosas, y el valor para defender la verdad y la rectitud. Al hacerlo, serán “ejemplo de los creyentes” 21 y su vida estará llena de amor, paz y gozo. Que así sea, mis queridas jóvenes hermanas, lo ruego en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.

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  1.  

    1. Mateo 7:1.

  2.  

    2. D. y C. 88:124.

  3.  

    3. Juan 13:34–35.

  4.  

    4. Isaías 5:20.

  5.  

    5. Véase Ted Koppel, discurso de graduación de Duke University, 1987.

  6.  

    6. Isaías 1:18.

  7.  

    7. Jeremías 31:34.

  8.  

    8. Véase Liahona, enero de 1990, pág. 39.

  9.  

    9. 1 Nefi 8:25

  10.  

    10. 1 Nefi 8:26–27.

  11.  

    11. 1 Nefi 8:28.

  12.  

    12. Romanos 1:16.

  13.  

    13. 2 Timoteo 1:7.

  14.  

    14. Ester 3:8.

  15.  

    15. Ester 3:13.

  16.  

    16. Ester 4:13–14.

  17.  

    17. Ester 4:14.

  18.  

    18. Ester 4:16.

  19.  

    19. Véase Ester 5–8.

  20.  

    20. Ester 4:14.

  21.  

    21. 1 Timoteo 4:12.