La experiencia que los jóvenes han tenido con el nuevo curso de estudio muestra una conversión continua

Por Por el hermano Russell T. Osguthorpe, presidente general de la Escuela Dominical

  • 20 Febrero 2013

Veronica Hansen enseña a los jóvenes del Barrio Fontaine Claire, de West Jordan, Utah, el nuevo curso de estudio Ven, sígueme. El presidente del quórum de diáconos, Jace Tatton, a la izquierda y Carlee Hogan, a la derecha, participan en la clase.  Fotografía por Scott G. Winterton.

Puntos destacados del artículo

  • El propósito de las clases de las Mujeres Jóvenes, el Sacerdocio Aarónico y la Escuela Dominical es la conversión continua y más profunda del Evangelio.
  • Las clases de la Escuela Dominical de los jóvenes hacen hincapié en ayudarles a desarrollar habilidades y confianza para llegar a ser alumnos y maestros semejantes a Cristo.
  • Ven, sígueme ayuda a los jóvenes y maestros a aprender y enseñar a la manera del Salvador y a aplicar lo que aprendieron durante la semana.

Ven, sígueme… es una nueva forma de pensar sobre todo el propósito de por qué nos reunimos el domingo y cómo nuestro tiempo juntos puede influir en nuestra vida el resto de la semana”. —Russell T. Osguthorpe, presidente general de la Escuela Dominical

Mientras hablaba recientemente en una charla fogonera para jóvenes, invité a tres hombres jóvenes y a tres mujeres jóvenes a venir al púlpito y responder algunas preguntas sobre Ven, sígueme, el nuevo recurso de aprendizaje para los jóvenes. Respondieron así:

Hermano Osguthorpe: “Ustedes han participado en el nuevo curso de estudio para los jóvenes durante las últimas tres semanas. ¿En qué aspectos es diferente a lo que han experimentado antes?”.

Hombre joven: “Se trata mucho más acerca de nosotros y nuestra vida, y lo que estamos haciendo en este momento”.

Mujer joven: “Hemos estado hablando acerca de la Trinidad y es como si el [Padre Celestial] fuera más real. Realmente puedo hablar con Él y Él puede ayudarme en mi vida”.

Hombre joven: “En clase solíamos hablar de historias del manual. Ahora hablamos acerca de nuestra propia vida y cómo la doctrina que estamos aprendiendo se aplica a nosotros”.

Hermano Osguthorpe: “Están estudiando sobre la Trinidad tanto en la Escuela Dominical y en sus clases de quórum del Sacerdocio Aarónico y de las Mujeres Jóvenes. Entonces, ¿las lecciones en la Escuela Dominical son las mismas que las lecciones de los Hombres Jóvenes y las Mujeres Jóvenes?”.

Hombre joven: “No. En realidad no son las mismas. Al principio, cuando me enteré que íbamos a estudiar la Trinidad durante todo el mes de enero pensé: ‘Oh, es mucho tiempo para un solo tema’. Pero no ha sido así en absoluto. Lo que hacemos en la Escuela Dominical sólo nos prepara para lo que hacemos en nuestra reunión de quórum”.

Mujer joven: “Sí, estoy de acuerdo. La Escuela Dominical y las Mujeres Jóvenes nos enseñan sobre la Trinidad, pero se complementan. No es la misma lección dos veces”.

Ya sea que los jóvenes asistan a la clase de las Mujeres Jóvenes, la reunión de quórum del Sacerdocio Aarónico o una clase de la Escuela Dominical, el propósito principal es el mismo: la conversión constante y más profunda al evangelio de Jesucristo. Pero cada organización auxiliar tiene un único objetivo.

Por ejemplo, en las clases de la Escuela Dominical de los jóvenes, “se hace hincapié especial en ayudar a los jóvenes a desarrollar habilidades y confianza para llegar a ser alumnos y maestros semejantes a Cristo” (Enseñar el Evangelio a la manera del Salvador: Una guía para Ven, sígueme: Recursos de aprendizaje para los jóvenes). En las clases de la Escuela Dominical de los jóvenes, ellos desarrollan sus habilidades para aprender y enseñar el Evangelio. Llegan a ser más expertos al escudriñar las Escrituras y las palabras de los profetas modernos. Aprenden a escucharse el uno al otro, cómo responder a preguntas del Evangelio y cómo compartir su testimonio del evangelio restaurado de Jesucristo.

Una persona entonces podría preguntarse: “¿Significa que entregan la clase a los jóvenes, que el maestro realmente ya no tiene que enseñar?”. Una vez más, mi respuesta es: “No, no significa eso”. Hace poco asistí a una clase de la Escuela Dominical de jóvenes de 12 años. Me di cuenta de que los miembros de la clase tenían diarios personales. Cuando la maestra me pidió que compartiera algo, pregunté: “¿Qué escriben en sus diarios?”. Un joven abrió su diario y comenzó a leer acerca de cómo sintió el Espíritu del Señor cuando efectuó bautismos por los muertos. Mientras leía ese breve fragmento, él, en esencia, compartió su testimonio de la obra del templo.

En una clase de la Escuela Dominical de jóvenes de 17 años, el maestro preguntó: “Ya que el hermano Osguthorpe está aquí, ¿por qué no le dicen lo que les gusta sobre el nuevo curso de estudio?”. Un joven dijo: “Lo que más me gusta es que escuchamos el testimonio de cada uno”. Luego miró a cada uno de los 12 miembros de la clase que asistieron y continuó: “Sí, he escuchado a todos los que están aquí compartir su testimonio. Me ayuda a sentir que todos nos alentamos mutuamente”.

Lo que ocurre en las clases de la Escuela Dominical de los jóvenes puede afectar lo que sucede en el hogar también. Hace poco, una madre compartió la siguiente observación:

“Me encantó lo que ocurrió hoy después de asistir a la Iglesia. Los jóvenes empezaron una nueva forma de aprendizaje en la Escuela Dominical, donde se hacen cargo de lo que aprenden. En la mesa, antes de cenar, todos compartimos nuestro testimonio sobre cómo nos sentimos acerca del Salvador. Mientras los dos muchachos dijeron cómo se sentían acerca de la Trinidad, la habitación se llenó del Espíritu Santo. ¡Fue un momento muy dulce! Estoy muy agradecida por el nuevo curso de estudio para los jóvenes”.

Cada semana en las clases de la Escuela Dominical, se alienta a los maestros a que pidan a los miembros de la clase que compartan lo que están aprendiendo en sus hogares, en su estudio personal del Evangelio, en seminario y en las clases del Sacerdocio Aarónico o de las Mujeres Jóvenes. Esto da a cada miembro de la clase una oportunidad para que relacione el aprendizaje del Evangelio a las circunstancias de su propia vida. De ese modo, el Evangelio penetra profundamente en su corazón. Están aprendiendo mucho más que un tema del Evangelio; están aprendiendo a acercarse más a nuestro Padre Celestial.

Cuando los jóvenes se vuelven maestros y alumnos más comprometidos al Evangelio, se están preparando para ser padres y para la obra misional. Recientemente vi a un presbítero dirigir el Tiempo para compartir en la Primaria. Era obvio que ese joven se había preparado espiritualmente, así como Ven, sígueme anima a todos los maestros a prepararse. Comenzó leyendo un breve relato sobre un muchacho en edad de la Primaria que compartió el Evangelio con un pasajero de un tren, al explicar los Artículos de Fe, uno por uno. Después de leer el relato breve, dividió a los aproximadamente 50 niños en 13 grupos, uno por cada artículo de fe. Él explicó: “Ahora quiero que sean como este niño del tren y hagan de cuenta que están enseñando a alguien acerca del Evangelio. Este grupo tiene el primer artículo de fe, este grupo tiene el segundo, etc.”. Entonces cada grupo de niños practicó uno con otro en el artículo de fe asignado y luego lo recitaron a todo el grupo y explicaron su significado. El joven concluyó compartiendo su testimonio de la obra misional y el poder de los Artículos de Fe al ayudar a que los demás entiendan nuestras creencias.

Ven, sígueme no es simplemente una colección de lecciones nuevas para los jóvenes de la Iglesia; es una nueva forma de pensar sobre todo el propósito de por qué nos reunimos el domingo y cómo nuestro tiempo juntos puede influir en nuestra vida el resto de la semana. Un joven lo dijo de esta manera: “Ya no es sólo algo del domingo. Aprendemos algo en la clase y luego hacemos cosas durante la semana, y cuando regresamos a la clase, contamos lo que sucedió”.

Ven, sígueme es una ayuda para los jóvenes y los maestros para aprender y enseñar a la manera del Salvador. Mientras escudriñamos las Escrituras y las palabras de los profetas modernos, nosotros, como alumnos, maestros y padres, nos comprometemos a vivir lo que estamos aprendiendo. El Señor nos fortalece para que podamos afrontar los desafíos de nuestra vida cotidiana y para que podamos prepararnos para servirle de nuevas maneras en el futuro.