2: El comprender a quienes enseña

"2: El comprender a quienes enseña," Parte B: Principios básicos de la enseñanza del Evangelio—Ame a quienes enseña, ()


Considere la última lección que enseñó. Al preparar y presentar dicha lección, ¿en qué pensaba? ¿Pensó en cuanto al material de la lección? ¿Pensó acerca de quienes enseñaba? ¿Cuánto sabía realmente acerca de las personas a las que enseñaba? Si no las conocía, ¿cómo habría influido en su presentación de la lección el haber sabido al menos algo sobre tales personas?

Un asesor del Sacerdocio Aarónico ofreció la siguiente perspectiva:

“Como asesor del quórum de diáconos he podido aprender algo acerca de los jovencitos de 12 y 13 años. Entiendo los problemas, las oportunidades, las experiencias e interrogantes que los jóvenes de esa edad tienen en común. Comprendo que cada uno de ellos acaba de recibir el sacerdocio y está aprendiendo lo que significa ejercerlo dignamente.

“También conozco a cada uno de los diá-conos individualmente: lo que les agrada, lo que les desagrada, sus talentos, sus preocupaciones y lo que sucede actualmente en su vida.

“Cuando preparo las lecciones y se las presento a estos jóvenes, trato de enseñarles los principios del Evangelio de manera que se relacionen con su entendimiento y experiencia. Para fomentar la participación de un jovencito, quizás le haga una pregunta que relacione algún punto de la lección a un partido de fútbol. Para ayudar a que otro joven participe, podría relacionar algo que haya experimentado en un campamento de modo que ilustre la aplicación de un principio del Evangelio. Al entender a estos jovencitos, voy aprendiendo a encontrar maneras de relacionar cada lección con ellos”.

El aprender las características y experiencias comunes de aquellos a quienes enseña

Aun cuando cada persona es peculiar, todos aquellos a quienes enseña, sean adultos, jóvenes o niños, comparten muchas cosas en común. En primer lugar y principalmente, cada uno de ellos es un hijo de nuestro Padre Celestial; cada uno de ellos tiene un potencial divino; cada uno de ellos quiere sentir que se le ama; cada uno de ellos quiere recibir el apoyo de los demás y ser apreciado por sus propias contribuciones.

Además de estas características comunes, aquellos a quienes enseña probablemente hayan tenido algunas experiencias similares. Por ejemplo, muchos miembros de una clase de Doctrina del Evangelio para adultos son padres que han obtenido experiencias significativas y gran perspectiva al criar a sus hijos. En los quórumes de élderes, quizás muchos hayan servido en una misión regular. Muchos sumos sacerdotes han servido en cargos administrativos en barrios o estacas. Muchos hombres jóvenes y mujeres jóvenes asisten a la misma escuela o a escuelas similares.

Siempre habrá algo que aquellos a quienes enseña tienen en común. Usted debe tratar de conocer esas características y experiencias que dichas personas comparten entre sí para encontrar maneras de aprovecharlas como recurso didáctico. Al hacerlo, esas personas podrán apreciar que las lecciones de usted toman en cuenta las necesidades e intereses de ellas y que estas cosas se relacionan entre sí. A la vez, participaránmás cabalmente y contribuirán con mayor confianza.

Para información adicional sobre las características comunes en base a las edades de diferentes grupos, véase la parte C, “La enseñanza de diferentes grupos en base a sus edades” (págs. 119–140).

El llegar a conocer a cada persona a quien enseña

Aunque las personas a quienes enseña tienen muchas características en común, traen consigo una amplia variedad de experiencias y circunstancias. No hay dos personas exactamente iguales. Todas tienen diferentes aptitudes, preferencias y aversiones; han experimentado distintas satisfacciones, oportunidades y dificultades.

Cuando era Representante Regional, el élder Neal A. Maxwell dijo:

“Un grupo, un quórum o un salón de clase en la Iglesia podría incluir a algunos alumnos aburridos; a otros que estén reconsiderando su relación con la Iglesia en una forma desapercibida, agonizante y crucial; a otros que probablemente estén de visita y que tal vez hayan de basar su futura asistencia y actitud en cuanto a la Iglesia en las experiencias que esa ocasión les ofrezca; a algunos cuyo idealismo se haya debilitado y hasta a un buen número de… miembros bien informados que encuentran gozo y progreso en una Iglesia divina que está llena de frágiles seres humanos y que pueden sobreponerse a sus desilusiones.

“Ser impersonal o utilizar un método genérico de liderazgo o de enseñanza ante un grupo de tal variedad significaría que no se está ‘anhelosamente consagrado’ a la causa del liderazgo o de la enseñanza. Un desempeño de liderazgo o de enseñanza insensible y casual pondría en evidencia que la persona se considera simplemente como un curso o como una barrera de peaje por la que deben pasar los miembros. La enseñanza bajo tales condiciones estaría ignorando la personalidad particular de la persona y carecería de afecto significativo y personal” (“…A More Excellent Way” [1973], págs. 56–57).

A medida que vaya conociendo y comprendiendo a cada una de las personas, usted estará mejor preparado para enseñar lecciones adaptadas a sus situaciones individuales. Tal entendimiento le ayudará a encontrar maneras de ayudarles a participar en los análisis y en otras actividades de aprendizaje (véase “Cómo acercarse a cada persona”, págs. 37–38). Usted llegará a saber quién es capaz de responder a determinadas preguntas, quién puede contribuir con algún relato o experiencia personal que promueva la fe o quién ha pasado por alguna circunstancia que sirva para ilustrar el propósito de cierta lección. Usted estará en mejores condiciones de evaluar cada respuesta obtenida en dichos análisis y adaptar sus lecciones.

El considerar semejanzas y diferencias al preparar sus lecciones

Piense en la próxima lección que habrá de enseñar. Trate de imaginar la escena y cada una de las personas que se hallarán ahí. Quizás recuerde a alguien que siempre se sienta en el mismo lugar cada semana. ¿Qué sabe usted acerca de esa persona que podría ayudarle a decidir cuál será el punto de la lección que habrá de recalcar? ¿Qué experiencias ha tenido esa persona que podría ayudarle a otra a entender mejor un principio del Evangelio? Su conocimiento sobre estas cosas podrá influir en sus decisiones al preparar y presentar sus lecciones. Es por eso que usted necesita algo más que simplemente entender el material de la lección: es menester que comprenda a las personas que enseña, como hijos de Dios, como miembros del grupo de personas de la misma edad y como personas individuales.