2000–2009
Ahora es el tiempo de preparación
Abril 2005


Ahora es el tiempo de preparación

Ahora es el tiempo de prepararnos para comparecer ante Dios. Mañana puede ser demasiado tarde.

Mis queridos hermanos y hermanas, desde nuestra última conferencia general, mi amada, mi querida esposa durante 59 años, falleció. Encontrándome en casa en uno de esos sábados poco comunes en los que no tenía ninguna asignación, habíamos trabajado juntos; ella había lavado nuestra ropa y yo había ayudado a llevarla, doblarla y ponerla en su lugar. Después, mientras estábamos sentados en el sofá, tomados de la mano y disfrutando de un programa de televisión, mi preciosa Dantzel pasó tranquilamente a la eternidad. Su deceso acaeció de repente y de forma imprevista. Sólo cuatro días antes, el informe de nuestro médico, en un chequeo de rutina, indicó que sus análisis del laboratorio eran buenos. Después de que mis esfuerzos por reanimarla resultaron infructuosos, me abrumaron sentimientos de consternación y de dolor. Mi amiga más cercana, la angelical madre de nuestros 10 hijos, la abuela de nuestros 56 nietos, se nos había ido.

Dantzel no sólo fue una amada y amorosa compañera; fue una maestra: mediante su noble ejemplo enseñó la fe, la virtud, la obediencia y la misericordia. Me enseñó a escuchar y a amar y, gracias a ella, conozco todas las bendiciones que pueden venir a un esposo, padre y abuelo.

Agradezco profundamente la enorme demostración de amor de amigos queridos de todo el mundo. Nos han enviado incontables cartas, llamadas telefónicas y otros mensajes, todos ellos homenajes expresados en amorosa admiración hacia ella y de condolencia hacia nosotros, a quienes dejó atrás. Esos mensajes fueron tan numerosos que, lamentablemente, no pudimos responder a todos en forma individual. Les agradezco a todos y a cada uno su gran bondad hacia nosotros. Gracias, muchas gracias. Sus expresiones han traído mucho consuelo en esta época de dolor para nuestra familia. ¡En verdad amamos a nuestra querida Dantzel! ¡La echamos de menos!

De su inesperada partida podemos aprender una lección muy importante: ahora es el tiempo de prepararnos para comparecer ante Dios. Mañana puede ser demasiado tarde. A través de las épocas, los profetas así lo han declarado: “Esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios… no demoréis el día de vuestro arrepentimiento”.

La necesidad de prepararnos ahora

Aún así, muchos demoran. Un profeta nos advierte: “No podréis decir… Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu… [poseerá] vuestro cuerpo en aquel mundo eterno”. Otro profeta agrega: “El que es impuro continuará siendo impuro; y el que es justo continuará siendo justo”.

Grande es el conocimiento de que: “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección”. Del profeta José Smith también aprendemos que “Dios tiene determinado… un… tiempo en que traerá a su reposo celestial a todos sus súbditos que hayan obedecido a su voz y guardado sus mandamientos. Este reposo es de tal perfección y gloria, que el hombre tiene necesidad, según las leyes de este reino, de una preparación antes que pueda entrar en él y disfrutar de sus bendiciones… Dios ha dado ciertas leyes a la familia humana que son suficientes, si se observan, para prepararlos, a fin de heredar este reposo”. ¡La hermana Nelson estaba preparada de esa manera!

Esa gloriosa meta parece estar muy distante si uno se desanima con los problemas y el pesimismo mundanos. Recuerdo cuando un amigo, que pasaba por un día difícil, exclamó: “¡Ay! ¿Por qué habré nacido?”. El plan de Dios responde a su pregunta. Vinimos a esta vida a adquirir un cuerpo físico. Nos podemos enamorar y casar, podemos tener hijos y experimentar las pruebas de la vida. (Por favor, perdónenme por mencionar a los hijos y las pruebas de la vida en la misma frase. Percibo que los dos son parte de nuestro proceso de desarrollo.) La Iglesia se restauró, la tierra se creó para que las familias pudiesen ser selladas en los santos templos. De otro modo, toda la tierra sería “totalmente asolada”.

Vinimos para ser probados, para ser examinados y para tomar decisiones. Nuestras decisiones determinan nuestro destino. Somos “libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador… o escoger la cautividad y la muerte”. Es probable que quienes escojan el sendero del Señor tengan que soportar la persecución, pero su galardón es seguro. Quienes prueben ser fieles, “heredarán el reino de Dios… y su gozo será completo para siempre”. ¡La hermana Nelson se ha ganado ese galardón! ¡Qué consuelo nos brinda eso a mí y a mi familia!

Las pruebas y las vicisitudes se aplican a los ricos y a los pobres por igual. Hace años, se me pidió realizar una operación quirúrgica a un hombre muy rico. Un examen de biopsia confirmó que tenía un cáncer avanzado que se le había extendido por todo el cuerpo. Al informarle estas noticias, su reacción inmediata fue apoyarse en su riqueza; iría a donde fuera o haría lo que fuese para tratar su afección. Pensó que con su dinero podría comprar su salud de nuevo, pero al poco tiempo falleció. Alguien preguntó: “¿Cuánta riqueza dejó?”. Por supuesto, la respuesta fue: “¡La dejó toda!”.

Sus prioridades se basaban en las cosas de este mundo. Su escalera del éxito había estado apoyada en la pared equivocada. Cuando leo este pasaje de las Escrituras pienso en él: “Mas he aquí, vuestros días de probación ya pasaron; habéis demorado el día de vuestra salvación hasta que es… tarde ya”.

En radiante contraste, la hermana Nelson se preparó a lo largo de toda su vida para cuando regresara a Dios; vivió cada día como si fuera el último; valoró cada hora, sabiendo que el tiempo en la tierra es valioso.

Algunas personas viven como si no hubiese un día de juicio; otras pierden el tiempo presente con un temor paralizante hacia el futuro o con una preocupación desmedida por los errores del pasado. Todos haríamos bien en prestar oído a las palabras del poeta, las que aparecen en un reloj de sol:

La sombra de mi estilete

El futuro del pasado divide:

Antes, duerme la hora por nacer,

En la obscuridad, allende de tu poder:

Detrás de la línea que no regresa,

La hora que se esfumó, ya no es tuya:

Sólo una hora en tus manos hay, —

El AHORA, donde la sombra está.

(Traducción libre).

¿Cómo nos preparamos?

Ahora es el tiempo, pero, ¿cómo nos preparamos? ¡Empecemos con el arrepentimiento! El pasaje de las Escrituras afirma: “Si habéis procurado hacer lo malo en los días de vuestra probación, entonces os halláis impuros ante el tribunal de Dios… ninguna cosa impura puede morar con Dios”. Él dio esta sencilla norma: “A menos que cumpláis mi ley, no podréis alcanzar esta gloria”.

Ahora es el tiempo de demostrar un reverente respeto hacia nuestro cuerpo físico, que sirve como tabernáculo de nuestro espíritu a través de toda la eternidad. Los apetitos físicos se deben controlar mediante la voluntad de nuestro espíritu. Debemos “[abstenernos] de toda impiedad”. Debemos “[desechar] todo lo malo y [allegarnos] a todo lo bueno, y… [vivir] de acuerdo con toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Debido a las frecuentes y aterradoras calamidades en el mundo, algunas personas dudan de la existencia de Dios, pero, de hecho, Él está tratando de ayudarnos. Él reveló estas palabras: “¡Cuántas veces os he llamado por boca de mis siervos y por la ministración de ángeles, y por mi propia voz y por la de los truenos… y de… tempestades… de… terremotos… de fuertes granizadas… de hambres y pestilencias de todas clases… y os hubiera salvado con una salvación sempiterna, mas no quisisteis!”.

Lo que Él espera para nosotros es la vida eterna. Nos hacemos merecedores de ella mediante la obediencia a los convenios y a las ordenanzas del templo para nosotros, para nuestras familias y para nuestros antepasados. No podemos ser perfeccionados sin ellos. No podemos llegar a la presencia de Dios con sólo desearlo, debemos obedecer las leyes sobre las que esas bendiciones se basan.

El plan de Dios es justo. Aún “todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, quienes lo habrían recibido si se les hubiese permitido permanecer, serán herederos del reino celestial de Dios”. Su plan también es misericordioso; Él “[juzgará] a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones”.

Ahora es el tiempo de inscribir nuestro nombre entre los del pueblo de Dios. Lo hacemos al pagar el diezmo. Él diezma a Su pueblo para bendecirlo. La hermana Nelson enseñó esta lección a nuestra familia, una y otra vez.

Ahora es el tiempo de alinear nuestras metas con las metas de Dios. Su obra y Su gloria: “Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”, puede llegar a ser la nuestra. En cuanto al matrimonio en el templo, el Salvador declaró: “Si un hombre se casa con una mujer por mi palabra, la cual es mi ley, y por el nuevo y sempiterno convenio… [heredarán] tronos, reinos, principados, potestades y dominios… exaltación y gloria en todas las cosas”. Debemos emular el ejemplo del Señor, de amar como Él amó, de orar como Él oró y de perseverar hasta el fin como Él lo hizo.

La importancia de la muerte en el plan eterno de Dios

La muerte es un componente necesario de nuestra existencia eterna. Nadie sabe cuándo va a venir, pero es esencial en el gran plan de felicidad de Dios. Gracias a la expiación del Señor, la futura resurrección es una realidad y la vida eterna es una posibilidad para toda la humanidad. Esa posibilidad se convierte en una realidad al obedecer la ley de Dios. Él dijo: “A menos que guardéis mis mandamientos… de ningún modo entraréis en el reino de los cielos”. Un día seremos juzgados por el Señor e iremos a nuestra propia mansión preparada en la morada celestial de nuestro Padre. La gloria celestial les espera a quienes hayan sido fieles a los tiernos mandamientos de Dios.

Hermanos y hermanas, vivimos para morir y morimos para vivir, en otra esfera. Si estamos bien preparados, la muerte no infunde terror. Desde una perspectiva eterna, la muerte es prematura sólo para los que no estén preparados para comparecer ante Dios.

Ahora es el tiempo de preparación. Después, cuando venga la muerte, podremos avanzar hacia la gloria celestial que el Padre Celestial ha preparado para Sus hijos fieles. Mientras tanto, para los apesadumbrados seres queridos que quedan atrás, tales como nuestra familia y yo, el aguijón de la muerte es mitigado por una fe firme en Cristo, por un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres y un profundo deseo de servirles. Esa fe, esa esperanza, ese amor nos permitirán entrar en la sagrada presencia de Dios y, con nuestros cónyuges y familias eternas, morar con Él para siempre. De esto testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Alma 34:32–33; véase también Alma 13:27.

  2. En las Escrituras se nos amonesta: “no [endurezcáis] más vuestros corazones; porque he aquí, hoy es el tiempo y el día de vuestra salvación; y por tanto, si os arrepentís… inmediatamente obrará para vosotros el gran plan de redención” (Alma 34:31).

  3. Alma 34:34; cursiva agregada.

  4. Mormón 9:14; véase también 2 Nefi 9:15–16; D. y C. 88:27–32, 34–35; D. y C. 130:2.

  5. D. y C. 130:18.

  6. En el Nuevo Testamento, el término descanso se ha traducido del sustantivo femenino griego katapausis, que significa “el celestial regocijo en el que mora Dios”. De ese modo, descanso, connota un elemento de gloria.

  7. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 58.

  8. Véase D. y C. 2:1–3; 138:48; José Smith—Historia 1:39.

  9. Véase 2 Nefi 9:27; D. y C. 98:12; Abraham 3:24–26.

  10. 2 Nefi 2:27.

  11. Véase 2 Timoteo 3:12.

  12. 2 Nefi 9:18.

  13. Helamán 13:38.

  14. Henry Van Dyke, “The Sun-Dial at Wells College”, en The Poems of Henry Van Dyke, 1911, pág. 345. El reloj de sol y el poema se exhiben en Wells College, Aurora, Nueva York.

  15. 1 Nefi 10:21.

  16. D. y C. 132:21; véase también D. y C. 88:36–39.

  17. Moroni 10:32; véase también 2 Nefi 2:21; Mormón 9:28.

  18. D. y C. 98:11.

  19. D. y C. 43:25.

  20. Véase D. y C. 128:15, 18.

  21. Véase D. y C. 130:20–21.

  22. D. y C. 137:7.

  23. D. y C. 137: 9.

  24. Véase Malaquías 3:10; 3 Nefi 24:10. El diezmo también prepara a la gente para un futuro día de venganza y fuego (véase D. y C. 85:3).

  25. Véase Spencer J. Condie, Russell M. Nelson, Father, Surgeon, Apostle, 2003, pág.104.

  26. Moisés 1:39; véase también Moisés 6:59; Joseph Smith Translation, Génesis 6:62.

  27. D. y C. 132:19; véase también D. y C. 75:5; 101:65.

  28. Véase 2 Nefi 33:4; 3 Nefi 15:9; 27:21–22; D. y C. 14:7.

  29. Véase Alma 42:8–9.

  30. Véase 1 Corintios 15:50–54; 1 Juan 5:11, 20; Alma 12:25; Mormón 9:13; D. y C. 46:14; 76:40–42, 50–59; 133:62.

  31. 3 Nefi 12:20.

  32. Véase 1 Nefi 10:20; 2 Nefi 9:41–46; Alma 12:27.

  33. Véase Juan 14:2; D. y C. 98:18.

  34. Véase D. y C. 78:7; 131:1–3.

  35. Véase 2 Nefi 31:20; Mosíah 16:7–8; Moroni 7:38–48.