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Cómo enfrentar los desafíos por medio de la comunicación positiva


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Cómo enfrentar los desafíos por medio de la comunicación positiva

Ideas para poner en práctica

De acuerdo con sus propias necesidades y circunstancias, siga una o ambas de las siguientes sugerencias:

  • En la asignación de lectura que figura a continuación, el élder Joe J. Christensen observa: “Muy pocas han sido las personas que han cambiado en forma positiva debido a las constantes críticas y al sermo-neo. Si no se hace con prudencia, algo de lo que ofrecemos como crítica constructiva es en realidad destructiva. A veces es mejor no decir ciertas cosas” (véase la página 19). Durante la próxima semana, ponga atención especial a las cosas que piensa y dice en cuanto a otras personas. Esfuércese por que todo lo que diga sea amable y edificante.

  • Fíjese en las cualidades admirables de su cónyuge. Haga una lista de esas cualidades y compártala con su cónyuge.

Asignación de lectura

Estudie el siguiente artículo. Si está casado, léalo y analícelo con su cónyuge.

El matrimonio y el gran plan de felicidad

Élder Joe J. Christensen
de los Setenta

Mi esposa Barbara y yo hemos sido bendecidos con seis hijos. Hace unos años, cuando los habíamos llevado a visitar a los abuelos, mi padre me dijo: “Joe, creo que tú y Barbara han empezado algo a lo que no pueden ponerle fin”.

En esta Pascua de Resurrección, declaramos a todo el mundo que Jesús es el Cristo y que mediante Su Santo Sacerdocio y el poder sellador que éste tiene, la unión matrimonial y las familias idealmente nunca deberían interrumpirse, nunca deberían llegar a un fin.

Hoy día quisiera hablar a todos de este tema del matrimonio. He aquí ocho sugerencias prácticas que espero tengan algún valor para fortalecer nuestro matrimonio, ahora y en el futuro.

Recuerden la importancia fundamental del matrimonio

1. Recuerden la importancia fundamental de su matrimonio. Presten atención a estas palabras del élder Bruce R. McConkie con respecto a la importancia del matrimonio en el “gran plan de felicidad” de nuestro Padre Celestial (Alma 42:8).

“Desde el momento en que nacemos en esta tierra, hasta el momento en que nos casamos en el templo, todo lo que tenemos en el sistema del Evangelio tiene como fin prepararnos y calificarnos para entrar en este sagrado orden del matrimonio que nos une como marido y mujer en esta vida y en el mundo venidero…

“No hay nada en este mundo que sea más impor-tante que la creación y el perfeccionamiento de la familia” (“Salvation Is a Family Affair”, Improvement Era, junio de 1970, páginas 43–44).

Oren por el éxito de su matrimonio

2. Oren por el éxito de su matrimonio. Hace unos años, cuando era común que una Autoridad General viajara a una misión y entrevistara a los misioneros, el presidente Spencer W. Kimball, que en ese entonces era miembro del Quórum de los Doce, conversó con un misionero que estaba a punto de terminar la misión.

“¿Cuáles son sus planes, élder, cuando se le releve?”, le preguntó.

“Pienso regresar a la universidad”, le respondió el joven, agregando con una sonrisa: “luego espero enamorarme y casarme”.

El presidente Kimball le dio este consejo: “Bueno, no sólo ore para casarse con la mujer que ame, sino que ore para amar a la mujer con la que se case”.

Debemos orar pidiendo ayuda para ser más amables, corteses, humildes, pacientes, dispuestos para perdonar y, en especial, menos egoístas.

Con el objeto de reconocer los problemas y las debilidades personales que nos impiden ser mejores esposos, deberíamos dirigirnos al Señor en oración y cosechar los beneficios de esta extraordinaria promesa del Libro de Mormón: “Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad… porque si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Éter 12:27).

Por lo tanto, necesitamos orar. Muchos líderes de la Iglesia y consejeros matrimoniales indican que, en los casos en que la pareja ora junta y a diario, no han visto ni un solo matrimonio con serios problemas. Cuando se presentan problemas y el matrimonio se ve amenazado, la oración de la pareja puede ser el remedio más eficaz.

Escuchen a su cónyuge

3. Escuchen. Dediquen tiempo para escuchar al cónyuge; inclusive, aparten un tiempo para hacerlo en forma regular. Conversen y evalúen qué están logrando como compañeros en el matrimonio.

El hermano Brent Barlow hizo una pregunta a un grupo de poseedores del sacerdocio: “¿A quiénes les gustaría recibir una revelación?” Todos levantaron la mano. Entonces les sugirió que se fueran a casa y que cada uno le preguntara a su esposa cómo podría ser un esposo mejor. Después agregó: “Yo seguí mi propio consejo y esa tarde tuve una conversación muy informativa con mi esposa, ¡durante más de una hora!” (Ensign, septiembre de 1992, pág. 17). Una conversación como ésa podría ser una revelación para todos nosotros.

Hermanos, ¿han oído a su esposa decir algo parecido a lo que yo oí recientemente? “Joe, ¿estás escuchando?” Ella no fue la única que quiso saber si estaba escuchando. Hace un tiempo, mientras dormía la siesta, nuestra nietecita Allison me levantó un párpado y me dijo: “Abuelo, ¿estás ahí?”. Debemos “estar ahí” y ser sensibles a las necesidades y deseos de nuestro cónyuge.

Eviten los comentarios hirientes

4. Eviten los comentarios hirientes. No critiquen las faltas del otro. Reconozcan que ninguno de nosotros es perfecto. A todos nos falta mucho para llegar a ser como Cristo, como nos lo han pedido nuestros líderes.

“Los comentarios hirientes”, como dijo el presidente Spencer W. Kimball, pueden debilitar casi cualquier matrimonio (“Marriage and Divorce”, Brigham Young University 1976 Speeches of the Year, 1977, pág. 148). Por lo general, todos conocemos demasiado bien nuestras debilidades y no necesitamos que nos las recuerden a menudo. Muy pocas han sido las personas que han cambiado en forma positiva debido a las constantes críticas y al sermoneo. Si no se hace con prudencia, algo de lo que ofrecemos como crítica constructiva es en realidad destructiva.

A veces es mejor no decir ciertas cosas. Al poco tiempo de estar casada, la hermana Lola Walters leyó en una revista que con el fin de fortalecer el matrimonio, la pareja debía tener reuniones con regularidad para hablar abiertamente de cualquier peculiaridad del cónyuge que encontraran molesta. Ella escribió esto:

“Teníamos que nombrar cinco cosas que nos parecían molestas, y yo empecé. Le dije que no me gustaba la forma en que comía los pomelos (toronjas). ¡Los pelaba y los comía como si fueran naranjas! Y yo no conocía a nadie que los comiera así. ¿Era justo que una muchacha pasara una vida, incluso una eternidad, mirando a su esposo comer un pomelo como una naranja?

“Cuando terminé [con mis cinco], le tocaba a él decirme las cosas que no le gustaban de mí…y dijo: ‘Querida, la verdad es que no puedo pensar en nada que no me guste de ti’.

“¿Eh?

“Rápidamente le di la espalda porque no sabía qué decirle de las lágrimas que me brotaban de los ojos y me corrían por las mejillas…”

La hermana Walters concluye diciendo: “Siempre que escucho acerca de matrimonios incompatibles, me pregunto si no estarán sufriendo de lo que ahora yo llamo el ‘Síndrome del Pomelo’ ” (Ensign, abril de 1993, pág. 13).

Sí, a veces es mejor no decir ciertas cosas.

Mantengan vivo el noviazgo

5. Mantengan vivo el noviazgo. Aparten tiempo para hacer cosas juntos, sólo ustedes dos. Así como es importante pasar tiempo con los niños en familia, es necesario que todas las semanas, y en forma regular, los esposos pasen tiempo a solas. El hacerlo servirá para que los hijos sepan que ustedes consideran que su matrimonio es tan importante que necesitan hacer todo lo posible por fortalecerlo. Eso requiere dedicación y planificación.

No tiene que ser costoso; el tiempo de estar juntos es el elemento más importante.

Un día, cuando mi suegro salía de la casa después de almorzar para volver a trabajar al campo, mi suegra le dijo: “Albert, ven aquí en seguida y dime que me quieres”. Él sonrió y en forma jocosa le dijo: “Elsie, cuando nos casamos te dije que te quería, y si alguna vez cambio de parecer, te lo diré”. Al utilizar la expresión “Te quiero”, no es posible llegar al exceso. Úsenla a diario.

Estén prestos para pedir perdón

6. Estén prestos para pedir perdón. Por difícil que sea pronunciar las palabras, apresúrense a decir: “Lo siento; por favor, perdóname”, aun cuando sepan que ustedes no tienen toda la culpa. El verdadero amor aumenta entre aquellos que están dispuestos a admitir errores y ofensas personales.

Cuando surgen diferencias, es importante conversar en cuanto al problema y resolverlo, pero hay ocasiones en que es importante detenerse y pensar, o morderse la lengua y contar hasta diez, o quizás hasta cien. Incluso, a veces dejar que se ponga el sol sobre nuestro enojo (véase Efesios 4:26) puede servir para volver a tratar el problema a la mañana siguiente en forma más descansada, tranquila y con una mejor posibilidad de encontrar la solución.

A veces escuchamos expresiones como ésta: “Nosotros hemos estado casados durante cincuenta años y nunca hemos tenido una diferencia de opinión”. Si ése es literalmente el caso, uno de los dos está dominando al otro o, como alguien dijo, “está lejos de la verdad”. Cualquier pareja inteligente tendrá diferencias de opinión. Nuestro cometido es estar seguros de saber cómo resolverlas. Eso es parte del proceso de hacer que un buen matrimonio sea mejor.

Vivan dentro de sus medios económicos

7. Aprendan a vivir dentro de sus medios económicos. Algunos de los problemas más difíciles del matrimonio surgen por causa de la administración económica. “La Asociación de Abogados de los Estados Unidos… indicó que el 89 por ciento de todos los divorcios se debían a riñas y acusaciones sobre dinero” (Marvin J. Ashton, “One for the Money”, Ensign, julio de 1975, pág. 72). Estén dispuestos a posponer algunas compras, o simplemente a no hacerlas, con el objeto de mantenerse dentro de su presupuesto. Paguen el diezmo primero y eviten las deudas tanto como sea posible. Recuerden que gastar un poco menos de lo que reciben al mes causa felicidad, y gastar más de lo que reciben equivale a buscar la desdicha. Quizás haya llegado el momento de tomar las tijeras y las tarjetas de crédito y hacer lo que el élder Holland llamó “cirugía plástica” (“Things We Have Learned Together”, Ensign, junio de 1986, pág. 30).

Compartan las responsabilidades del hogar y de la familia

8. Sean un verdadero socio en las responsabilidades del hogar y de la familia. No sean como el esposo que se sienta en casa a esperar que se le atienda, porque considera que su única obligación es trabajar para mantener a la familia y que la esposa es responsable de la casa y del cuidado de los hijos. La tarea de cuidar el hogar y la familia es la responsabilidad de más de una persona.

Recuerden que ambos integran esta sociedad. Barbara y yo hemos descubierto que todas las mañanas podemos tender la cama en menos de un minuto y ya no hay que pensar en ello por el resto del día. Ella dice que me permite hacerlo para que yo me sienta bien todo el día; y creo que quizás tenga razón.

Aparten tiempo para estudiar juntos las Escrituras y sigan este sabio consejo del presidente Kimball: “Cuando con regularidad el esposo y la esposa van juntos al santo templo, se arrodillan en su casa a orar junto con su familia, van de la mano a las reuniones religiosas, se mantienen totalmente castos, mental y físicamente… y trabajan en conjunto para edificar el Reino de Dios, entonces la felicidad está en su pináculo” (Marriage and Divorce, 1976, pág. 24).

En resumen:

  • Recuerden la importancia fundamental de su matrimonio.

  • Oren por el éxito de su matrimonio.

  • Escuchen.

  • Eviten “los comentarios hirientes”.

  • Mantengan vivo el noviazgo.

  • Estén prestos para pedir perdón.

  • Aprendan a vivir dentro de sus medios económicos.

  • Sean un verdadero socio en las responsabilidades del hogar y de la familia.

Testifico que Jesús es el Cristo. La tumba estaba vacía en aquel tercer día y “así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). De manera que, con gratitud por el poder sellador que se encuentra en el Evangelio restaurado de Jesucristo, podemos decir con seguridad, como dijo la poetisa: “Te amaré aún más después de la muerte” (Elizabeth Barrett Browning, Sonnets from the Portuguese, Nº 43, verso 14).

De un discurso pronunciado por el élder Christensen en la conferencia general de la Iglesia de abril de 1995 (véase Liahona, julio de 1995, páginas 72–74).