2010
Edificados sobre la Roca
Junio de 2010


Clásicos del Evangelio

Edificados sobre la Roca

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Elder Orson F. Whitney

En 1847, bajo la dirección del presidente Brigham Young, a los Santos de los Últimos Días… [se les mandó] organizarse en compañías de cien, de cincuenta y de diez, en preparación para la larga y pesada jornada que realizarían con yuntas de bueyes al valle del Lago Salado.

Ahora quisiera hacer algunas preguntas: ¿Sería prudente o sensato que en estos tiempos alguien intentara llevar a cabo los términos de esa revelación? En esta época de ferrocarriles, automóviles y aviones, ¿qué pensarían si un hombre preparara una yunta de bueyes aquí en Utah y emprendiera su camino hacia el río Misurí?…

La lección que deseo transmitir es ésta: somos una gente progresista porque somos el pueblo de Dios y, como tales, tenemos el derecho de utilizar estos métodos modernos, estos mejores medios científicos que el Señor ha proporcionado y puesto en nuestras manos para el adelanto de Su maravillosa obra…

¿Qué nos hace diferentes?

Hace muchos años vino a Utah un sabio clérigo de [otra] iglesia… y mantuve una conversación con él. Había asistido a una reunión sacramental “mormona”, y criticó mucho nuestro método de administrar la Santa Cena del Señor, en particular por usar agua en vez de vino para tales ocasiones. Comentó que se estremeció cuando vio a la gente beber el agua, y señaló el hecho, ya que es un hecho, que según la Biblia, cuando el Salvador instituyó la Santa Cena entre los judíos, usó vino, declarando que era Su sangre, o que representaba Su sangre. Yo podría agregar que en el Libro de Mormón también se afirma que el Salvador usó vino al instituir la Santa Cena entre los nefitas.

Mi… amigo, lo supiera o no, había dado en el clavo respecto a la gran característica distintiva que diferencia a la Iglesia de Dios de todas las demás iglesias en el mundo, que es ésta: que aunque están fundadas sobre libros, tradiciones y los preceptos de los hombres, esta Iglesia está fundada sobre la roca de Cristo, sobre el principio de la revelación inmediata y continua. Los Santos de los Últimos Días no hacen las cosas por el hecho de que estén impresas en un libro; no hacen las cosas porque Dios les dijo a los judíos que las hicieran, ni hacen nada ni dejan de hacerlo a causa de instrucciones que Cristo haya dado a los nefitas.

Cualquier cosa que esta Iglesia haga es debido a que Dios, Quien habla desde los cielos en estos días, ha mandado que se haga… Ésa es la constitución de la Iglesia de Cristo. Si en los emblemas de la Santa Cena del Señor usamos agua en vez de vino, es porque Cristo así lo ha mandado.

La obra de Dios sigue adelante

La revelación divina se adapta a las circunstancias y a las condiciones de los hombres, lo que da lugar a cambio tras cambio, a medida que la obra progresiva de Dios sigue adelante hacia su destino. No hay libro que sea lo suficientemente grande ni bueno para presidir esta Iglesia.

Al decir esto, lo hago con toda la debida reverencia por la palabra escrita de Dios, la que está impresa en los libros, una porción de la cual podrá ser obsoleta tras haber cumplido su propósito y haberse colocado en el estante, mientras que la otra parte es convincente, llena de vida, y pertinente a nuestro estado presente… a nuestro actual grado de desarrollo. No obstante, incluso esta parte se debe interpretar correctamente. Ningún hombre ha de abogar por lo que está en los libros, ante el portavoz de Dios, quien habla por Él e interpreta Su palabra. El tomar esa postura es preferir escritos muertos en vez de las palabras del oráculo viviente, lo cual es siempre una postura falsa.

Lo que el Señor dijo a los judíos y a los nefitas hace dos mil años, o lo que dijo a los Santos de los Últimos Días hace cincuenta o sesenta años no tiene ninguna validez en esta época a menos que concuerde con la revelación actual, con las instrucciones más recientes que el Señor ha dado a Su pueblo a través de Su siervo o siervos escogidos o señalados; y aquellos que hagan caso omiso de este hecho son capaces de meterse en dificultades. Se debe dar oído a la palabra más reciente de Dios, en vez de a cualquier revelación anterior, no obstante su veracidad.

El mismo Dios que hoy dice haz esto y esto, puede revocar ese mandamiento mañana, sin que por ello sea variable o inconstante. La legislatura, que se convoca cada dos años, revoca antiguas leyes que previamente había promulgado y que ya han servido su propósito; pero nadie pensaría en acusar a los legisladores de inconstantes ni contradictorios. Entonces, ¿cómo puede considerarse a Dios inconstante si dice una cosa hoy y la cambia mañana o al mes o al año siguiente a fin de adaptarla a diferentes circunstancias?

Él mandó a Abraham que diera muerte a su hijo, y aquél estaba a punto de hacerlo cuando el mismo Dios dijo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho” [Génesis 22:12]. Abraham estaba obligado… a obedecer el segundo mandamiento en vez del primero; y habría sido un transgresor si no lo hubiera hecho.

Sigamos adelante

Podría seguir con este tema indefinidamente, pero concluiré con este pensamiento. La obra de Dios es progresista; cambia su apariencia pero nunca sus principios. Las verdades sobre las cuales se funda son eternas e inalterables, pero hay muchas reglas que cambian, y cambian a medida que la obra de Dios sigue adelante. El Evangelio sempiterno es algo más que una vía de escape en caso de incendios o la salida de una situación peligrosa: es el divino plan para el progreso humano, el sendero hacia la perfección; y el espíritu del Evangelio es el espíritu de la superación y del progreso.

La obra de Dios seguirá adelante, pero, ¿avanzaremos ustedes y yo al mismo tiempo?… ¿Cómo podemos ir a la par con la obra de Dios? Hay una sola manera, y es hacer las cosas que nos ha mandado y dejar de lado aquellas que nos ha prohibido…

¡Mis hermanos y hermanas de la Iglesia de Cristo! Despertemos, levantémonos y mantengámonos activos… Sigamos haciendo algo por Dios, que el espíritu de Su obra permanezca con ustedes y los guíe a lo largo del sendero que se hace “más y más resplandeciente hasta el día perfecto” [véase D. y C. 50:24].

El Señor Jesucristo, por Del Parson.

El sacrificio de Isaac, por Jerry Harston, © IRI.