2020
¡Mi bautismo, la mejor decisión!
Junio de 2020


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¡Mi bautismo, la mejor decisión!

Cuán agradecida estoy por tener el Evangelio en mí vida. Muchas veces me encuentro pensando qué sería en este preciso momento de mi vida si no fuera discípula de Jesucristo. La respuesta es siempre: “no pienses en eso, enfócate en lo que puedes llegar a ser como tal”; y en esa búsqueda me di cuenta de cuántas cosas que consideramos “buenas” muchas veces nos distraen de lo que es realmente importante.

Siempre busqué estar cerca de Dios, quería conocer de Jesucristo. Durante mi infancia y juventud estuve participando en diversas actividades religiosas de la fe que me había inculcado mi familia, aunque ellos ya no eran practicantes de manera activa.

Años después, conocí la Iglesia de Jesucristo por medio de un amigo, quien llegaría a ser mi esposo. Él me habló de sus creencias y lo que más me impacto fue que las familias podían ser eternas. En un principio me resistí por orgullo; no dejaba de preguntarme cómo podía un joven (más joven que yo) saber tanto y yo no había aprendido nada en todo ese tiempo. Él asistía a seminario y con gran poder siempre citaba alguna Escritura de memoria.

En julio de 2015 empecé a recibir a los misioneros, élder Clemens y élder Gallegos, después de ir a ver la película “Conozca a los Mormones”. En ese tiempo yo era catequista familiar. Tiempo atrás me habían visitado las misioneras; ellas me enseñaron pocas lecciones, pero no terminó bien ya que les pedí que no fueran más. Mi corazón estaba totalmente endurecido por mi orgullo. 

Mi amigo en ese tiempo estaba en la misión y yo necesitaba saber por mí misma la veracidad de lo que estaba aprendiendo. Quería saber por qué él se había ido a predicar, qué era eso tan importante de compartir con todos que había renunciado a todo y se había ido. Entonces empecé a orar y a leer, ahora sí, con verdadera intención. Realmente quería que el Padre me confirmara que todo era verdad.

Pronto recibí los testimonios de la oración, del Libro de Mormón y del Profeta José Smith. Recuerdo que en las clases de catecismo implemente el hacer la oración como los misioneros me habían enseñado y no recitando de memoria los rezos que aprendíamos allí. Ese día recibí confirmación de muchas verdades del Evangelio restaurado y supe que había encontrado la Iglesia verdadera, ya que esa clase fue muy diferente a otras. Los niños nunca prestaban atención y siempre hacían chistes, pero esa tarde todos pudimos sentir el Espíritu, (esa fue la última clase que di). Cuando terminó, me acerqué a mi supervisora y le expliqué que ya no podía seguir enseñando porque estaba conociendo la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Ella entendió, pero estaba decepcionada en algún punto, claramente porque no sabía lo que yo estaba conociendo y sintiendo.

Llegó el día de la pregunta más esperada y todos los conversos la reconocemos bien: ¿Quiere seguir los pasos de Jesucristo y bautizarse en Su Iglesia el 29 de septiembre?

Yo temblé, ¡era muy pronto!, pensé; y apenas quedaba un mes. Entonces recordé que ese día tenía un examen importante y para poder rendirlo tenía que viajar, luego por la tarde realizar una presentación del ballet y, por lo tanto, para mi mujer natural esa fecha era un rotundo no. Afortunadamente los élderes, muy inspirados, me invitaron a ayunar. Ellos se iban a unir a mí para que yo pudiera recibir una confirmación, y me invitaron a hacerlo con tanto amor y poder que accedí. Después de haber orado y ayunado, una semana antes de la gran fecha, estaba en mi clase lejos de casa cuando ingresó el profesor y dijo: “Lo primero que quiero decirles es que el examen de la semana que viene se suspende. No vamos a tener clases”.

En ese momento mi corazón se aceleró tanto que decidí escribirles a los élderes un mensaje que decía: “¡El 29 es el día!, ¡recibí Su confirmación!, ¡no lo puedo creer!”.

Decidí bautizarme el 29 de agosto de 2015 en la Estaca Zapala, Barrio Zapala Centro. Cuando mis padres se enteraron de mi decisión recuerdo que ellos me dijeron firmemente:

“Esto es algo que no se puede revertir, ¡es un compromiso para siempre y te apoyamos! Sabemos que es importante para ti”. Y a día de hoy agradezco esas palabras. Mis amigos aún no sabían, ya que no tuve oportunidad de compartir con ellos lo que estaba aprendiendo. El resto de mi familia al enterarse se espantaron, ya que hay una mezcla de creencias y religiones interesante; iba a ser el único miembro activo en la Iglesia.

Fue una pequeña prueba. Yo estaba convencida de que había elegido la mejor parte y que me iba a cambiar la vida para bien. Reconocí a Jesucristo como mí Salvador. Entonces sabía que nada podía moverme de esta decisión que había tomado.

A medida que aprendía la doctrina era como si toda mi vida hubiera estado esperando esas promesas y esas verdades, de manera que todo lo acepté con mucha fe, feliz y dispuesta a hacer los cambios que tenía que hacer para corregir mí vida. Me asombró cómo podía tener una relación directa con mi Padre Celestial. Él realmente me conocía y yo podía hablarle; eso fue muy especial y lo es hasta el día de hoy.

Con mi esposo nos casamos el 18 de marzo de 2016; tenemos dos hermosos hijos, Itatí (3 años) y Amarú (1 año). Nos sellamos en el templo de Concepción Chile; nos acompañaron nuestras familias. Mis papás pudieron asistir, conocer el templo y estuvieron ese día presentes. Ellos no pudieron estar en la ceremonia, pero sin duda sintieron el Espíritu y estaban muy felices por nosotros. Recuerdo ese día con mucho amor. Muchas promesas fueron cumplidas y mi amor por Jesucristo y mi Padre siguió creciendo.

He permanecido fiel a mis convenios. Sé que en ningún otro lugar puedo ser tan feliz como lo soy en el camino del discipulado. Saber que tengo una familia eterna, que puedo volver a estar con mis seres queridos que han partido me fortalece cuando las pruebas vienen.

¡La mejor decisión que pude haber tomado fue bautizarme aquel día! Tener fe y confiar abrió mis ojos, mi mente, mi corazón y todo mi ser. Finalmente, después de dos años me enteré de que el día que ayuné para recibir confirmación de mi fecha bautismal no sólo los dos élderes que me visitaban estaban ayunando; ellos le avisaron a todos los élderes y hermanas que ayunaran ese día conmigo y así fue… todo un batallón ejerciendo su fe para que un alma se salvara. Eso me fortalece hoy en día. Las oraciones son escuchadas y si lo que pedimos es justo, nuestro Padre que todo lo ve, si así lo considera, nos lo da.