2020
Llama a papá
Octubre de 2020


Llama a papá

Si pedaleo fuerte, pensó Yu, llegaré a casa antes de que las calles se inunden.

“[S]ed de buen ánimo, porque yo os guiaré” (Doctrina y Convenios 78:18).

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Call Dad

Yu salió de la escuela intensiva a la concurrida acera. Tenía la cabeza llena de datos matemáticos de su clase extraescolar. La gente pasaba a toda prisa con paraguas. Gruesas gotas de lluvia caían con rapidez, y la calle estaba empapada.

Lin, un amigo de Yu, salió junto a él. “Deberías llamar a tu padre para que venga a buscarte”, dijo Lin. “El señor Zhang dice que algunas partes de la ciudad están inundadas”.

“Puedo llegar a casa por mí mismo”.

“¡Pero mira cuánta agua!”, dijo Lin, señalando la corriente de agua que fluía veloz en la canaleta.

Por un instante, Yu sintió cierto nerviosismo. ¿Y si Lin tenía razón? Quizás podría llamar a su papá y pedirle que lo llevara a casa antes de que las calles se inundaran. Pero su papá y él habían tenido una discusión la noche anterior, y Yu seguía enojado. No quería pedirle ayuda a su papá.

Yu desencadenó su bicicleta y se despidió de Lin. Si pedaleo fuerte, pensó, llegaré a casa antes de que las calles se inunden.

Pedaleó con fuerza, pero al poco tiempo se le enfriaron las manos, tenía la ropa empapada y se sentía agotado. Una vez más le vino a la mente la idea de llamar a su papá. ¿Provenía esa impresión del Espíritu Santo? Los misioneros que lo bautizaron le habían dicho que el Espíritu Santo podía ser su guía. Yu miró al cielo. Estaba tan oscuro que no podía ver la parte superior de los edificios. Pero seguía enojado con su papá.

Yu ignoró la impresión y siguió pedaleando. El nivel del agua creció tanto que los vendedores cerraron sus tiendas y la gente subía sus pertenencias a los pisos superiores. Yu vio a una madre que empujaba en medio de la inundación a sus dos hijos en una pequeña balsa de plástico.

Con el agua ya por encima de los tobillos, Yu no podía seguir pedaleando. Se bajó y empujó. Probablemente ya era demasiado tarde para llamar a su papá, y seguía lloviendo. Sobre él estalló un trueno y resplandeció un relámpago. Yu sintió miedo, ¡y estaba muy cansado! Miró hacia la distancia; su casa todavía estaba lejos. No debería haber ignorado al Espíritu Santo solo por una discusión tonta.

Yu se detuvo e hizo una breve oración. La lluvia y los truenos le impedían escuchar su voz, pero sabía que el Padre Celestial podía oírlo.

“Padre Celestial”, suplicó Yu, “por favor, ayúdame a llegar a casa a salvo”. Cuando acabó, se sintió lo suficientemente fuerte como para seguir adelante.

Por fin pudo ver su casa en lo alto de la colina. Con frío, cansado y por alguna razón sin un zapato, Yu ascendió fatigosamente la colina y vio que su papá lo esperaba afuera. El papá corrió colina abajo para recibirlo, salpicando mientras corría.

Cuando llegó adonde estaba Yu, lo abrazó. “¡Estaba muy preocupado!”, dijo el papá. “¡Deberías haberme llamado!”.

“Pensaba que estábamos enfadados”, respondió Yu.

“Nunca estoy tan enfadado como para no ayudarte”, le aseguró el papá. Entonces agarró la bicicleta de Yu y la empujó el resto del camino por la colina.

A pesar de los truenos que retumbaban entre los altos edificios y de la fuerte lluvia torrencial, Yu sintió un cálido sentimiento en el corazón. Sintió paz y se sintió a salvo mientras seguía a su papá a casa. ●