2019
Plantaron una semilla en mi corazón
Octubre de 2019


Voces de los Santos de los Últimos Días

Plantaron una semilla en mi corazón

Marta Algarve

Santa Catarina, Brasil

Imagen
heart-shaped wreath of leaves with seed in middle

Ilustración por Rafael López

¿De dónde vine? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde iré después de esta vida?

Cuando tenía veintinueve años, me hacía constantemente esas preguntas. Mis padres habían fallecido y yo lloraba la pérdida de mi primer hijo. Tenía otros tres hijos a los que criar y una vida llena de desafíos.

El Señor comenzó a responder mis preguntas cuando condujo a dos jóvenes misioneras hasta mi hogar. Cuando las invité a entrar, me preguntaron si había algo que sintiera que me faltaba en la vida. Yo les hablé de mis padres y de mi hijo, y les dije que creía que era injusto tener hijos y formar familias si, al final, todo acababa con la muerte. Les pregunté si alguna vez volvería a ver a mis padres y a mi hijo.

“Marta”, dijeron, “puedes tener a tu familia para siempre”.

El corazón se me llenó de gozo y quise saber más. En su siguiente visita me enseñaron más acerca del evangelio de Jesucristo, me entregaron un ejemplar del Libro de Mormón y me invitaron a leerlo y a preguntar a Dios si era Su palabra. Acepté la invitación. Cuando oré, la respuesta de Dios llegó tan clara como los rayos del sol y supe, en el corazón, que era verdadero.

Lamentablemente, cuando encontré un nuevo trabajo perdí el contacto con las misioneras. En los meses que siguieron, mi matrimonio se disolvió y yo traté de comenzar una nueva vida con mis hijos.

Con el tiempo, volví a casarme. Un día, mi esposo me dijo que echaba de menos a Dios en su vida, así que decidimos ir a la iglesia a la que él había asistido durante un tiempo. Al entrar en el edificio, vi el Libro de Mormón sobre una mesa en el vestíbulo. ¡Era la misma iglesia que yo había conocido antes! Me encantó el Espíritu que sentí allí. Cuando nos fuimos, le pregunté a mi esposo cómo podía bautizarme.

“Deben enseñarte los misioneros”, me dijo.

“¡Me enseñaron hace cinco años!”, respondí yo.

Mis hijos y yo recibimos las lecciones y el día de nuestro bautismo fue el más feliz de nuestra vida.

Varios años después, sentí que debía decirles a las hermanas que me enseñaron por primera vez que me había unido a la Iglesia. En Facebook encontré un grupo de exmisioneros de la Misión Brasil Santa María y en él estaba una de las hermanas que me habían enseñado. Le envié una solicitud de amistad y le dije quién era, cómo había llegado a ser miembro de la Iglesia, que nuestra familia estaba sellada en el templo y que mi hijo estaba sirviendo en una misión de tiempo completo. Le dije que todo había sido posible gracias a que ella y su compañera habían plantado en mi corazón la semilla del Evangelio restaurado.