2019
Una cofia blanca para Florence
Octubre de 2019


Una cofia blanca para Florence

El autor vive en Michigan, EE. UU.

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A White Cap for Florence

Florence Onyejekwe, de trece años, llegó a su lugar habitual en el abarrotado mercado al aire libre de Onitsha, Nigeria. La calle estaba llena de mercaderes que gritaban para llamar la atención de los clientes. Las mujeres balanceaban bultos sobre la cabeza mientras caminaban. La escuela acababa de terminar y habían comenzado las vacaciones, y Florence sabía que sus amigos estaban disfrutando del descanso de las clases. Sin embargo, ella pasaba sus vacaciones vendiendo hoja amarga en el mercado. Era la única oportunidad que tenía de ahorrar dinero para los gastos de la escuela.

Pero Florence no se quejaba. Después de todo, su madre pasaba largas horas en el mercado todos los días vendiendo batatas para comprar comida para la familia. Su mamá trabajaba mucho; sus dos padres trabajaban arduamente. Sin embargo, sin tener mucha formación académica, lo que podían hacer era limitado. Florence casi había terminado la escuela primaria. Quizás si pudiera continuar con sus estudios, podría conseguir un trabajo que pagara mejor y así ayudar a su familia.

Cuando regresó a casa, Florence encontró a sus padres y preguntó: “¿Piensan que podría ir a la escuela secundaria? ¿Y quizás a la universidad?”.

La mamá miró a Nnam (el papá) y sacudió la cabeza. “La universidad cuesta mucho más dinero del que tenemos”, dijo Nnam. Florence bajó la mirada; no quería que la mamá y Nnam vieran lo decepcionada que estaba.

Unos días después, Florence se detuvo en el hospital para recoger una medicina. El hospital estaba casi tan ocupado como el mercado, aunque no era tan ruidoso. Florence se quedó mirando fijamente a las enfermeras, con sus cofias blancas e impecables. Se imaginó a sí misma con un uniforme así, ayudando a los enfermos y cuidando a los bebés en un hospital grande. Quizás ella podría llegar a ser enfermera.

Sabía que sus padres tenían razón y que sería difícil obtener una educación académica, pero Florence sabía trabajar duro. Decidió que lo intentaría.

Sin importar cuántos quehaceres tuviera en el día, Florence dedicaba tiempo a estudiar. Pasó los exámenes para la escuela secundaria, y Nnam sacó un préstamo para que ella pudiera asistir. Más tarde, descubrió que el gobierno ayudaría con los gastos de la escuela de enfermería. ¡Sus sueños estaban al alcance!

No obstante, cuando llegó el momento de comenzar la escuela de enfermería, Florence sintió un poco de duda. ¿Y si era muy difícil? ¿Y si se sentía sola? Florence inclinó la cabeza y oró: “Querido Dios, por favor, dame la fortaleza para ir a la escuela de enfermería y trabajar arduamente”.

En la escuela de enfermería, Florence aprendió a dar medicamentos y mantener los instrumentos libres de microbios. A veces sus pacientes mejoraban, y otras veces no. Florence oraba a menudo para ser valiente. Después de tres largos años, Florence se graduó con el galardón de ser la mejor alumna de su clase. ¡Su sueño se había cumplido! Pudo ponerse la cofia de enfermera y así ganar lo suficiente para ayudar a su familia.

Muchos años después, Florence visitó una pequeña rama en la Misión Ghana Accra. Su esposo, Christopher Chukwurah, era el presidente de misión. Florence conoció a algunos niños de la rama que no siempre podían ir a la escuela. No estaban seguros de qué hacer con su futuro. A Florence le recordaban a ella cuando era niña. “¿Qué puedo decir para ayudarles?”. Florence oró en silencio.

Entonces sintió una impresión clara: Háblales en cuanto a tu vida.

Florence pensó en su vida; había trabajado en hospitales de Nigeria y de los Estados Unidos; se había casado con un buen hombre y juntos habían encontrado La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días; se había convertido en madre y ahora ayudaba a los misioneros a mantenerse saludables y a trabajar arduamente. El Padre Celestial la había ayudado a llegar a ser enfermera; la había ayudado a hacer mucho más de lo que ella se había imaginado. Él podía hacer lo mismo por esos niños.

Florence miró a los niños y sonrió. “¿Han visto esos gorritos o cofias que llevan las enfermeras? Vi una cofia así y decidí ser enfermera…”.