2019
Dos páginas llenas de gratitud
Octubre de 2019


Voces de los Santos de los Últimos Días

Dos páginas llenas de gratitud

Elise Dahlen

Utah, EE. UU.

Imagen
man reading a letter

Ilustración por Allen Garns

Durante toda su vida, mi padre sufrió de falta de autoestima y sintió que no valía nada. Fue criado por un padre alcohólico que a menudo le decía lo inútil que pensaba que era. Afortunadamente, mi padre nunca fue alcohólico, pero nunca nos dijo a mis hermanos y a mí que estuviera orgulloso de nosotros ni elogiaba las cosas que habíamos hecho bien. Cuando era pequeña, yo trataba de complacerlo, pero siempre sentía que no estaba a la altura de sus expectativas. Eso hizo que nuestra relación fuera tensa.

En una ocasión, le mencioné el asunto a mi sabio obispo, quien me aconsejó que escribiera una carta a mi padre diciéndole todas las razones por las que me sentía agradecida por él. Eso no iba a ser nada fácil para mí. Mis heridas eran profundas y no deseaba que mi carta de gratitud se convirtiera en una de resentimiento, así que oré. Con la guía del Espíritu, comenzaron a fluir las razones por las que estaba agradecida por mi padre. Me llevó tiempo, pero, cuando terminé, había llenado dos páginas.

Le entregué la carta a mi padre sin saber cuál sería su reacción; no obstante, sabía que no podía hacer nada al respecto, solo tenía que mirar dentro de mi corazón y recordar por qué había escrito la carta.

A la mañana siguiente, recibí una llamada de la esposa de mi padre, que estaba llorando. Me dijo que mi padre había leído la carta una y otra vez, y que no podía hablar conmigo debido a las lágrimas.

“¡Gracias!”, me dijo. “Tu padre necesitaba esto”.

Ese mismo día, mi padre me llamó para darme las gracias. Durante varios días me llamó a diario para expresar lo mucho que esa carta significaba para él.

Me gustaría decir que nuestra relación sanó de manera milagrosa, pero todavía teníamos mucho en lo que trabajar. Con el tiempo, mi corazón comenzó a sanar y nuestra relación mejoró. Finalmente pude perdonarlo.

Unos años después, tras una durísima lucha contra el cáncer, mi padre murió. Estoy segura de que ahora siente un enorme gozo a medida que el Salvador lo ayuda a sanar de todos aquellos años de abusos. Sé que yo he sido sanada por medio del poder de la expiación de Jesucristo. El Salvador entiende nuestras necesidades y puede ayudarnos a eliminar el veneno del dolor y del resentimiento del alma. Sé que la gratitud, el perdón y el amor son curas poderosas.