2019
Alegre de ser diferente
Octubre de 2019


Cómo llegué a saberlo

Alegre de ser diferente

Sean diferentes. Sean una luz. Estas ideas del presidente Russell M. Nelson han marcado mi vida.

Desde temprana edad he podido sentir cómo Dios escucha mis oraciones y da respuesta a ellas. Conocí la Iglesia cuando era un niño de nueve años. Estaba visitando con mi familia otro municipio de mi país cuando vi un edificio de la Iglesia. La imagen de la capilla quedó grabada en mí de manera que quise saber más de lo que ahí se enseñaba. Entonces, de forma sencilla, oré a Dios para que me pudiera dar a conocer más de esa iglesia.

Dios contestó rápido. Al día siguiente tocaron a la puerta de mi casa dos jóvenes y se presentaron como misioneros de Jesucristo cuyo mensaje era la restauración del evangelio verdadero. Ese día supe que Dios me escucha. Mi familia recibió este mensaje y juntos decidimos avanzar en este hermoso Evangelio. El bautismo fue la puerta para un sinfín de bendiciones en el camino de regreso a nuestro Padre Celestial.

Los jóvenes experimentamos todo tipo de situaciones como parte de nuestro desarrollo. Algunas son experiencias gratas, pero otras no. Donde estudio, algunos compañeros de clase me tildaban de raro o diferente por no tomar café, participar de bromas pesadas o hacer otras acciones que no son correctas.

Esta situación me hacía pensar que no era del todo aceptado por algunos. Confiando en que Dios me escucha y puede ayudarme, me dirigí a Él pidiendo consuelo. Como respuesta a mi oración, participé del devocional mundial para jóvenes (“Juventud de Israel”) el día 3 de junio de 2018. Las palabras del presidente Russell M. Nelson en esa reunión han sido una esperanza para mí desde ese día. Él dijo: 

“El Señor necesita que luzcan, que hablen, que actúen y se vistan como un verdadero discípulo de Jesucristo… Con el Espíritu Santo como su compañero, pueden ver más allá de la cultura de la fama que se ha vuelto tan popular en nuestra sociedad. Pueden ser más inteligentes de lo que jamás han sido las generaciones anteriores. Y si a veces alguien dice que ustedes son ‘raros’, lleven esa distinción como una insignia de honor y ¡alégrense de que su luz brille intensamente en este mundo cada vez más oscuro! ¡Establezcan una norma para el resto del mundo! ¡Alégrense de ser diferentes!”.

Ese día aprendí que la aceptación que necesito no viene de otros, sino del cielo; que mi conducta hacia los mandamientos de Dios es más importante que cualquier cosa y no debía cambiar para sentirme aceptado. Más bien, mi conducta podía ser una luz para otros.

¿Cómo puedo llegar a ser una luz al mundo?

Al pensar en qué cosas podía hacer para ser una luz, decidí no comprometer mis principios. Puse como la norma el folleto Para la Fortaleza de la Juventud. Seguí orando y leyendo las Escrituras y asistiendo a Seminario. Aunque ese tiempo limitaba mis horarios para hacer tareas, Dios se encargaba que todo saliera bien.

A las pocas semanas de mantenerme firme en los mandamientos, la forma en que algunos compañeros me miraban cambió, incluso algunos empezaron a mostrar interés en preguntar sobre la Iglesia. Ser diferente me ganó el respeto de los demás, y yo he sentido que ha sido una bendición para mi vida y mis amigos.

Propagar la luz en el barrio

Al ser una luz, el efecto natural es que logramos iluminar a otros; eso pasó con mis amigos del cuórum del sacerdocio. Cuando mi obispo me llamó como su asistente en el cuórum de presbíteros, pensaba en maneras de ayudar a otros. Enfoqué mis esfuerzos en Johan, un joven de mi barrio que participaba de manera parcial de las actividades de la Iglesia. Al pensar en cómo podía hacer algo por él, decidí acercarme y ser su amigo, apoyarle y no juzgarle. Oraba por él y le seguía invitando a las actividades sin presionarlo. Poco a poco la luz se propagó y Johan decidió regresar a la Iglesia.

Ser una luz en casa

El lugar más importante para iluminar debe ser el propio hogar. Tengo dos hermanos menores: María José y Abelardo. Para mí es una gran oportunidad el que ellos miren mis acciones y mi ejemplo, de manera que sientan que pueden confiar en mí. Mi mamá siempre nos ha guiado para que podamos ser firmes en la Iglesia. Un día yo podré ser ordenado al Sacerdocio de Melquisedec y de esa manera seguir bendiciendo a mi familia. Sé que mi juventud es el tiempo de poner las bases para un día entrar en el templo, servir en una misión y formar mi propia familia.

Destacarse y brillar

Las palabras del Señor hacen eco de mi cometido de servir a Dios: “Vosotros sois la luz del mundo… Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14, 16).

Yo he decidido seguir el consejo del presidente Nelson al destacarme y brillar. No tengan miedo de ser diferentes, de defender la verdad y de ser testigos de Dios. Nuestro Padre Celestial puede darles las fuerzas para convertirse en una luz al mundo.

Nota: El artículo fue realizado a partir de una entrevista por Sergio A. Molina, Páginas Locales de la revista Liahona.