Liahona
Buscad diligentemente y hallaréis
Enero de 2024


“Buscad diligentemente y hallaréis”, Liahona, enero de 2024.

Buscad diligentemente y hallaréis

El Señor ha revelado cómo podemos buscar la verdad y la guía en nuestra vida.

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Lupa

Cuando mi esposa Regina y yo regresamos a casa en Brasil después de servir en la Misión Angola Luanda, desde 2016 hasta 2019, tuvimos que tomar una decisión importante. Habíamos vendido nuestra casa antes de la misión. Un año después de regresar, teníamos que escoger entre comprar o alquilar una casa. ¿Cómo escogeríamos lo que era correcto para nosotros?

Este tipo de decisión se encuentra entre las muchas tareas, actividades y preocupaciones de la vida cotidiana que todos nosotros tenemos. En ocasiones, pueden distraernos de las gloriosas bendiciones y privilegios que solo el Evangelio restaurado de Jesucristo nos ofrece. Ante tantos compromisos y responsabilidades, puede resultar difícil saber lo que es verdadero o qué dirección debemos tomar. Eso puede hacer que de repente nos sintamos abrumados por inmensas exigencias.

Afortunadamente, nuestro amoroso Padre Celestial no nos ha dejado solos para averiguar lo que es verdadero o lo que debemos hacer.

La fuente de toda verdad

Antes de salir de esta tierra, nuestro Salvador Jesucristo prometió a Sus discípulos que el Padre enviaría al Consolador, o el Espíritu Santo, para bendecirlos. El Consolador, dijo Jesús, “os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho” (Juan 14:26).

Una función clave del Espíritu Santo es ser el revelador de la verdad (véase Juan 16:13). Nuestro Padre Celestial es la fuente de toda verdad revelada, ya sea por medio de profetas, videntes y reveladores, o a nosotros individualmente por medio del Espíritu Santo. A medida que nos esforcemos por tener la compañía del Espíritu Santo, nuestro Padre Celestial nos guiará incluso en los momentos más difíciles.

Pedid, buscad, llamad

Debido a que nuestro Padre Celestial desea inspirarnos, enseñarnos, instruirnos y edificarnos, se nos indica: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7; véase también Lucas 11:9; 3 Nefi 14:7).

Cuando Nefi oyó las palabras de su padre, Lehi, concernientes a la visión de Lehi del árbol de la vida, Nefi dijo: “Sentí deseos de que también yo viera, oyera y supiera de estas cosas, por el poder del Espíritu Santo, que es el don de Dios para todos aquellos que lo buscan diligentemente” (1 Nefi 10:17).

El buscar la verdad exige diligencia. Cuando somos diligentes, nos esforzamos constante, sincera y enérgicamente por conocer la verdad y la voluntad del Señor para nuestra vida. La diligencia en la búsqueda de la verdad del Señor nos acerca más a Él en todas las etapas de nuestra vida.

El profeta José Smith aprendió al principio de su vida que una de las maneras más eficaces de encontrar la verdad es buscar fielmente respuestas a preguntas (véase José Smith—Historia 1:10, 18). Podemos hacer las siguientes preguntas mientras buscamos la verdad. Las respuestas presentan un modelo que podemos seguir para llegar a conocer la verdad.

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Una mujer sostiene las Escrituras y ora

¿A quién acudimos en busca de la verdad?

Al final del Libro de Mormón, el profeta Moroni nos invita a todos a preguntar a Dios con un corazón sincero, con verdadera intención y fe en Cristo, “si no son verdaderas estas cosas”. Moroni testifica que Dios nos “manifestará la verdad [del Libro de Mormón] por el poder del Espíritu Santo; y por el poder del Espíritu Santo podr[emos] conocer la verdad de todas las cosas” (Moroni 10:4–5).

Dios, nuestro Padre Eterno, ha establecido una manera práctica y accesible en la que Sus hijos pueden pedirle (véase Santiago 1:5) y acercarse a Él cada día, cada hora, incluso en todo momento. Esa manera sencilla, pero poderosa, es la oración.

Las enseñanzas de Alma a su hijo Helamán son completamente relevantes para nosotros: “Implora a Dios todo tu sostén”. Sean “todos tus hechos en el Señor, y dondequiera que fueres […]; deja que todos tus pensamientos se dirijan al Señor; sí, deja que los afectos de tu corazón se funden en el Señor para siempre” (Alma 37:36). Alma también enseñó: “Consulta al Señor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien” (Alma 37:37). No necesitamos tener un momento o un lugar específicos para orar. Aunque no siempre podamos orar en voz alta, siempre podemos tener una oración en el corazón (véase Alma 34:27).

Es posible que las respuestas que recibamos a nuestras oraciones no siempre sean lo que esperamos. A veces, incluso puede ser contrario a nuestra voluntad. También es posible que nuestras oraciones tarden más tiempo en ser respondidas de lo que deseamos. A veces pueden ser respondidas con silencio durante cierto tiempo, pero el Padre Celestial está al tanto de nuestras necesidades. Sus respuestas siempre serán para nuestro bien. Solo tenemos que seguir adelante con fe en Jesucristo (véase Lucas 11:9–13)1.

Nuestro Salvador y Redentor ha declarado que nunca llegaremos al Padre Celestial a menos que sea por medio de Él. “Yo soy el camino, y la verdad y la vida”, dijo Jesús; “nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Esto elimina cualquier otra alternativa, o incluso cualquier obstáculo, en nuestra comunicación con Dios. Es por eso que todas las oraciones, discursos, testimonios, clases y muchas otras cosas que hacemos —en la capilla, en casa con nuestra familia o por nuestra cuenta— se hacen en el nombre de Jesucristo.

¿Cuál debería ser nuestra actitud?

Para encontrar la verdad, debemos ser sinceros y tener verdaderas intenciones. Cuando invocamos humildemente al Padre Celestial, nos mostramos dispuestos a actuar de acuerdo con las respuestas que recibimos y ampliamos nuestra capacidad para hacerlo.

La sinceridad y la verdadera intención nos mueven a hacer lo que el Padre Celestial desea que hagamos, no lo que nosotros deseamos hacer. Mostramos claramente al Padre Celestial nuestra confianza en Él cuando somos sumisos, mansos, humildes, pacientes, llenos de amor y dispuestos a someternos a cuanto el Señor juzgue conveniente infligir sobre nosotros (véase Mosíah 3:19). Por medio de esos atributos, llegamos a comprender y a confiar en que el Padre Celestial siempre hará lo que sea mejor para nosotros.

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Persona sentada y mirando hacia arriba a la montaña

Fotografía por Lee Michael Ragsdale

¿Cómo llegarán las respuestas?

Al decidir si comprar o alquilar una casa, mi esposa y yo oramos, meditamos y hablamos mucho al respecto. Con el tiempo, nos vino a la mente y al corazón el sentimiento de que no debíamos comprar una casa. Seguimos con fe de acuerdo con la respuesta que recibimos, sin saber lo que iba a suceder en nuestra vida.

Unos dieciocho meses después, en abril de 2022, fui llamado como Setenta Autoridad General. Después de la Conferencia General de abril de 2022, solo teníamos tres semanas para salir de Brasil hacia nuestra primera asignación. Vivir en una casa alquilada en ese momento hizo que el proceso de mudarse fuera mucho más fácil. Hoy en día, Regina y yo podemos ver claramente que el Señor nos guio en nuestra decisión.

Nefi también recibió de acuerdo con su deseo. Al buscar diligentemente la verdad, creer y confiar en que el Padre Celestial le revelaría la verdad, Nefi fue bendecido al ver las cosas que su padre vio. Vio el árbol de la vida, que representa el amor de Dios, el amor que “es más deseable que todas las cosas” y “el de mayor gozo para el alma” (1 Nefi 11:22, 23).

Por medio del Espíritu Santo, nuestro Padre Celestial revela la verdad que está disponible para todos Sus hijos. El Señor reveló por medio del profeta José Smith que el Espíritu Santo puede hablar a nuestra mente y a nuestro corazón (véase Doctrina y Convenios 8:2), “introducirse […] en [nuestros] sentimientos” (Doctrina y Convenios 128:1), hacer que nuestro pecho “arda dentro de [nosotros]” (Doctrina y Convenios 9:8), llenar nuestra alma de gozo, iluminar nuestra mente o hablar paz a nuestro atribulado corazón (véanse Doctrina y Convenios 11:13; 6:14–15, 22–23).

Testifico que la verdad de Dios disipa la duda y el temor y fortalece nuestro testimonio. Con Nefi, yo declaro: “Porque el que con diligencia busca, hallará” (1 Nefi 10:19). Dios revelará la verdad si la buscamos diligentemente, porque Él “es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). Y lo hará tan claramente que no dejará ninguna duda de que Su mano guía nuestra vida.