Liahona
Palabras de verdad
Marzo de 2024


“Palabras de verdad”, Liahona, marzo de 2024.

Retratos de fe

Palabras de verdad

Tenía muchas preguntas, pero mi prometido y la Iglesia me ayudaron a encontrar las respuestas.

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Una mujer y un hombre con ropas bautismales de pie frente a una imagen del Salvador

Fotografías cortesía de la autora

Al crecer en una cultura no cristiana en Taiwán, no me crie siendo religiosa. Sí creía en Dios, pero no sabía nada acerca de Jesucristo. Mi religión era mi carrera profesional y la ajetreada vida social que la acompañaba. Esto incluía beber y fumar mucho. También bebía mucho café y té. Todo esto forma parte de nuestra cultura empresarial.

Conocí La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días por medio de mi prometido y su familia. Chase es estadounidense. Se crio en la Iglesia y sirvió en una misión, pero no era activo en ese momento. Sin embargo, su hijo mayor se estaba preparando para servir en una misión y Chase apoyaba su decisión.

Durante el confinamiento por el COVID-19, asistíamos a la reunión sacramental en la casa de los padres de Chase y veíamos las transmisiones del centro de reuniones de su iglesia. Cuando terminaban los discursos, los dos hijos de Chase bendecían y repartían el pan y el agua.

Yo tenía muchas preguntas. Mi prometido respondió cada una con paciencia. ¿Quién era Jesús? ¿Qué sentía en mi corazón cada vez que teníamos reuniones de la iglesia? Era un sentimiento que nunca había experimentado. ¿Qué representaban el pan y el agua? ¿Por qué lloré cuando tomé la Santa Cena? ¿Qué fue esa paz que sentí?

Una noche encontré un sitio web en mi idioma nativo que explicaba quién es Jesús y hablaba de Su vida. Al día siguiente, le dije a la madre de mi prometido que entendía quién era Jesús y que creía en Él.

Un domingo, el obispo vino a la casa porque el hijo mayor de Chase iba a ordenar a su hermano menor para que fuera presbítero. Cuando el hijo mayor puso las manos sobre la cabeza de su hermano, yo no podía dejar de llorar. Sentí una emoción tan grande en el corazón que no podía contener las lágrimas. Más tarde, mi prometido me explicó que sentí el Espíritu Santo y que él también lo sintió.

Me di cuenta de que el amor de mi prometido por su Iglesia estaba regresando a él. De alguna manera, yo sabía que todo lo que sentía estaba conectado con Dios y con algo verdadero. Sentía un amor que nunca había sentido.

“Clamé a Dios”

Mi visa de turista se venció, así que tuve que regresar a Taiwán. Durante los meses siguientes que estuve sola, extrañé lo que había sentido. Por un tiempo, la desesperación y la oscuridad invadieron mi vida. Esos sentimientos eran tan abrumadores que quería rendirme. En realidad, no sabía cómo orar, pero clamé a Dios y le dije todo lo que sentía y pensaba. Me invadió un sentimiento de paz, el mismo que había experimentado cuando asistía a la iglesia local. Sé que fue el Espíritu Santo; Él me calmó.

Después de esto, mi prometido envió a las misioneras para que me enseñaran. Les dije que ya sabía que el Evangelio restaurado era verdadero y que entendía cómo se siente el Espíritu Santo, pero me preocupaba que me resultara difícil dejar de fumar y de beber café y té.

Comencé a asistir a la iglesia, a leer el Libro de Mormón y a reunirme con las hermanas misioneras tres o cuatro veces a la semana. Con el tiempo, el Espíritu Santo me ayudó a dejar de fumar y de beber café y té.

Mi amiga de la infancia empezó a ver cambios en mí semana a semana. La invité a mis reuniones misionales. Mientras escuchaba, también sintió el Espíritu Santo y obtuvo un testimonio. Cuando la crisis del COVID-19 se calmó, mi prometido, ahora activo en la Iglesia, finalmente pudo venir a Taiwán. Nos casamos y él me bautizó. Yo era una persona nueva.

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Un grupo de personas de pie frente a una imagen del Salvador

La hermana Weiling Chen Canfield (Winnie) con las hermanas misioneras y los miembros del barrio que le enseñaron y la hermanaron. “Todavía hablamos todas las semanas y trabajamos juntas en mi nuevo llamamiento en la Iglesia en la Sociedad de Socorro”, dice ella.

Mis amigos de toda la vida y socios comerciales, incluidos algunos banqueros y agentes del mercado de valores, dijeron que me veían diferente y más feliz. Los invité a mi bautismo y fueron. Después me dijeron que sintieron algo que nunca habían sentido.

No tengo miedo de decirles a los demás lo que sé y siento acerca de Jesucristo: que lo que sé es verdad. Sé que mi testimonio es firme. Los que me conocen de toda la vida lo notan. Su respeto por mi fe ha hecho que incluso dejen de fumar y beber durante las reuniones y cenas de negocios. Esto es algo único en nuestra cultura empresarial.

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Dos mujeres de pie frente a un edificio de la Iglesia

La hermana Canfield con Jin Hua, una amiga de toda la vida que se interesó en la Iglesia gracias a la conversión de la hermana Canfield.

No tengo miedo de dejar que los demás vean, escuchen y sientan mi testimonio. Creo que muchas personas que no saben cómo encontrar a Dios y a Jesucristo sentirán lo mismo que yo sentí cuando escuchen las palabras de verdad. Siempre estaré lista para compartir las palabras que cambiaron mi vida.