Liahona
Guiados a salvo adonde debemos estar
Marzo de 2024


“Guiados a salvo adonde debemos estar”, Liahona, marzo de 2024.

Ven, sígueme

2 Nefi 25–32

Guiados a salvo adonde debemos estar

El Salvador nos ayudará constantemente de maneras extraordinarias durante nuestro trayecto.

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Piernas que caminan en la nieve

Cuando tenía doce años, mi familia se mudó de Hong Kong, con su clima subtropical, a un lugar con inviernos fríos a los que no estábamos acostumbrados. Al poco tiempo, me invitaron a mi primera excursión invernal con los jóvenes de mi barrio.

El día de nuestra excursión, me puse toda la ropa que pensé que debía usar. Mientras ascendíamos por el sinuoso sendero de la montaña, me emocioné al ver cómo la nieve cubría el suelo al caer. Sin embargo, no estaba vestido de forma adecuada para el terreno y el clima, y me resultaba difícil seguir a mi grupo. Les dije que continuaran y que yo me uniría a quienes yo pensaba que nos seguían.

Al continuar a mi propio ritmo, se me empaparon los zapatos y la ropa y se me entumecieron las manos, los pies y la cara. Luego comenzó a nevar tan intensamente que ya no podía ver el sendero. Después de andar errante por un tiempo, me di cuenta de que estaba perdido, solo y sin la certeza de que alguien supiera que me había extraviado.

En ocasiones, durante el trayecto de la vida, sentiremos que no estamos preparados, que estamos perdidos o que nos han dejado atrás. Tal vez perdamos el sentido de la dirección y la vista del sendero que tenemos ante nosotros. Puede parecer que cuanto más nos esforzamos por seguir adelante, más nos alejamos de nuestro destino. Nos puede invadir la desilusión y la tentación de rendirse se vuelve atractiva.

Afortunadamente, el Salvador Jesucristo tiene poder para dirigir nuestros pasos, levantarnos cuando tropezamos (véase Salmo 37:23–24) y brindarnos descanso (véase Mateo 11:28), sanación (véanse Isaías 53:5; Alma 15:8; Doctrina y Convenios 42:48), confianza (véase Doctrina y Convenios 121:45) y paz (véanse Mosíah 4:3; Alma 38:8; Doctrina y Convenios 19:23). “Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis” (Doctrina y Convenios 88:63). Es posible que el sendero inmediato no siempre sea claro, pero podemos seguir al Salvador con fe en que nuestro trayecto terminará de manera hermosa y triunfal porque Él nos guiará a salvo hasta donde debamos estar.

Siempre podemos mirar hacia Jesucristo porque Él es “el camino, y la verdad y la vida” (Juan 14:6).

El camino correcto para nuestro trayecto

En nuestro estudio del Libro de Mormón este año, hemos seguido a Lehi y a su familia en su viaje a la tierra prometida. Consideren lo que la familia de Lehi soportó durante su viaje:

  • burlas por creer en los profetas y seguirlos

  • cambio de las comodidades que conocían por un desierto desconocido

  • un viaje en el que no estaban claros la distancia, el destino o la duración

  • hambre, pesar, enfermedad y muerte

  • tareas difíciles, a veces sin comprender las razones de ellas ni cómo llevarlas a cabo

  • contratiempos, demoras, disensiones y desilusiones

  • circunstancias difíciles para criar familias con niños pequeños

A lo largo del camino, también observamos cómo el Señor los ayudaba constantemente. Él proporcionó

  • liderazgo profético y revelación personal

  • pasajes de Escrituras que contienen bendiciones y convenios prometidos

  • registros genealógicos e historia familiar

  • nuevas herramientas y métodos para proveer para sus necesidades

  • mayor capacidad para sobrellevar las dificultades

  • sabiduría e instrucción para llevar a cabo tareas con las que no estaban familiarizados

  • la Liahona (una herramienta para guiarlos en su viaje) y

  • seguridad y protección para su familia.

Al igual que con la familia de Lehi, nuestros trayectos no estarán exentos de desafíos y sacrificios. Del mismo modo, el Salvador nos ayudará constantemente de maneras extraordinarias. Nefi enseñó que “la vía correcta es creer en Cristo […] con todo vuestro poder, mente y fuerza, y con toda vuestra alma” (2 Nefi 25:29). Si escogemos la fe en Jesucristo, recibimos humildemente Su palabra y tenemos el valor de actuar, hallaremos gozo y bendiciones en medio de las dificultades que enfrentemos. A lo largo del camino, podemos tener confianza en que podremos lograr lo que Él desea que hagamos (véase 1 Nefi 3:7).

Las siguientes son algunas de las muchas maneras en que el Salvador nos ayuda continuamente.

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Retrato de Jesucristo

The Dawning of a Brighter Day [El alba de un día más brillante], por Simon Dewey

Él nos da Su doctrina

Jesucristo conoce “el fin desde el principio” (Abraham 2:8). Él además “marcó la senda y nos guio”1. Su doctrina, conocida en las Escrituras como la doctrina de Cristo, es el sendero que todos debemos seguir para ser rescatados y estar a salvo.

Debemos ejercer continuamente la fe en Jesucristo, arrepentirnos con regularidad, ser bautizados, recibir el don del Espíritu Santo, concertar convenios y esforzarnos por perseverar. A cambio, se nos promete perdón, esperanza y vida eterna (véase 2 Nefi 31:2–20).

En un mundo de sendas divergentes y caminos opuestos, la doctrina de Cristo proporciona una dirección clara y viable que podemos seguir para mantenernos en el camino correcto (véase 2 Nefi 31:21).

Él nos brinda consuelo

Mediante Su sacrificio expiatorio, el Salvador sabe lo que se siente estar verdaderamente solo y desamparado. También sabe perfectamente cómo brindarnos consuelo. Él dijo: “No se turbe vuestro corazón” (Juan 14:1) y “no os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Juan 14:18).

El Salvador ha prometido el don del Consolador, que es el Espíritu Santo, a quienes crean en Él. Él dijo que el Consolador “os enseñará todas las cosas, y os recordará todo” (Juan 14:26).

Él nos proporciona la palabra de Dios

Mediante la restauración del Evangelio de Jesucristo en este tiempo, el Señor nos ha dado Escrituras antiguas y de los últimos días, las cuales contienen la palabra de Dios. Nefi enseñó que “quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás” (1 Nefi 15:24).

Deleitarnos a diario en la palabra de Dios nos brinda protección y nos lleva a experimentar el amor de Dios más abundantemente. Su palabra ilumina nuestro camino (véase Salmo 119:105) y “nos dir[á] todas las cosas que deb[emos] hacer” (2 Nefi 32:3).

Él nos guía por medio de Sus siervos, los profetas y apóstoles

Jesucristo ha llamado profetas y apóstoles para ayudarnos. Sus consejos y enseñanzas son para nosotros y para nuestros días. Si se encuentran perdidos o desorientados en su trayecto, podría resultarles útil meditar en las siguientes tres preguntas:

  1. ¿De qué manera me ha preparado el Señor mediante las palabras de los profetas y apóstoles para las pruebas que he experimentado?

  2. ¿Qué me invitan a hacer hoy los profetas y apóstoles a fin de prepararme para los desafíos que se avecinan?

  3. ¿Qué estoy haciendo ahora para actuar de acuerdo con las invitaciones proféticas?

Al meditar en esas preguntas, podemos reconocer la importancia de la guía de los profetas y apóstoles. Podemos escuchar mejor la voz del Señor y observar de qué manera nos ayuda constantemente. Si así lo escogemos, podemos escuchar a los profetas y apóstoles y encontrar guía, prosperidad y protección en la senda que conduce de regreso al Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo.

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El élder Tai en la cima de una montaña

El élder Tai en la cordillera de Sierra Nevada, California, alrededor de 1988. La historia que él cuenta tuvo lugar en el monte Baden Powell, en las montañas de San Gabriel, California, en 1984.

Fotografía por cortesía del autor

La fe para seguir adelante

Perdido, con frío y solo en esa montaña nevada hace muchos años, me sentí desesperado. Sin saber qué más hacer, me arrodillé en la nieve recién caída y oré a mi Padre Celestial para pedirle ayuda. Hablé con Él sobre mi situación y mis temores, y le supliqué que me encontraran y rescataran.

Cuando me levanté después de orar, la nieve caía a mi alrededor y un hermoso y apacible silencio llenó los árboles. Esa serenidad se interrumpió cuando escuché un crujido en los arbustos cercanos. Aparecieron dos jóvenes. Ya habían llegado a la cima y, en lugar de seguir el sendero, decidieron deslizarse montaña abajo. De todos los lugares que había, ¡se deslizaron hasta donde yo estaba!

Cuando me preguntaron qué hacía allí, les dije que estaba perdido. Me invitaron a unirme a ellos y juntos descendimos a salvo hasta donde comenzaba el camino, al pie de la montaña. Finalmente, nos reunimos con el resto de nuestro grupo.

Al avanzar en nuestros trayectos personales con fe, devoción y perseverancia, ruego que reconozcamos la manera en que el Salvador camina con nosotros y nos ayuda activamente. Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Que nuestra fe en Él brinde paz a nuestra mente y gozo en nuestro trayecto.