Liahona
Decidí servir al Señor
Enero de 2024


Voces de los miembros

Decidí servir al Señor

Mi historia con el violín comienza cuando tenía siete años. Junto con mi hermana, Evelyn, comenzamos a asistir a la Escuela de Música de la Universidad Nacional de San Juan. La profesora que nos recibió, y quien se convertiría en mi profesora de toda la vida, fue Rossanna Migani. Al principio no puedo decir que me encantaba el violín, simplemente iba con mi hermana y me gustaban las clases grupales donde compartíamos con compañeritos de nuestra edad, eso era lo que me gustaba.

El violín, como cualquier otra disciplina necesita mucha práctica, por eso no bastaba con las clases que tomábamos, necesitábamos practicar mucho en casa. Ahí todo el mérito se lo llevan mis padres, quienes se aseguraban de que practicáramos cada día. Tengo el recuerdo de mi papá construyendo la casa y yo al lado de él practicando con el violín. Mis padres, e incluso mi abuelo Soria, nos llevaban y traían a las clases de violín, lenguaje musical y todas las materias que se fueron agregando. Literalmente era como asistir a otra escuela por las tardes. Todo requirió de mucho esfuerzo y apoyo de toda la familia.

Estudié en la escuela de música mientras asistía a la escuela primaria y a la escuela secundaria. Al empezar la secundaria, esta dinámica de estudio se complicó porque entré a una escuela técnica con horarios de mañana y tarde, y después se agregó el participar de las clases de Seminario en la Iglesia. Recuerdo que no tenía mucho tiempo libre, pero justo fue la época en la que le agarré el gustito al violín y a la música, así que seguí adelante con el violín, pese al esfuerzo que implicaba.

De los cinco hermanos que somos, todos fuimos a la escuela de música y actualmente todos tocamos algún instrumento. Tengo muy lindos recuerdos de esa etapa de mi juventud haciendo muchas cosas productivas como leemos en Doctrina y Convenios 58:27–28: “De cierto digo que los hombres deben estar anhelosamente consagrados a una causa buena, y hacer muchas cosas de su propia voluntad y efectuar mucha justicia; porque el poder está en ellos, y en esto vienen a ser sus propios agentes”.

Eso es lo que mis padres nos inculcaron y es lo que trato de hacer.

Cumplir dieciocho años fue un momento clave para mí. Tenía que tomar muchas decisiones importantes. Entre ellas, salir o no a una misión, qué estudiar en la universidad, seguir con la música o elegir otra carrera. Recuerdo que mi profesora de violín me decía que lo que uno haga o no con el violín entre los dieciocho y los veinticinco años es decisivo para el resto de la vida de un violinista. Entonces yo reflexionaba en la idea de que irme a un lugar por dos años sin poder estudiar violín iba a ser como cortar la carrera y tener un regreso incierto en la profesión.

Fue una decisión difícil, que requirió ganar mi propio testimonio sobre la misión, descubrir si quería servir en una misión o no y saber con certeza el por qué quería ir.

Tener que posponer la carrera de violinista para después de la misión fue un desafío, sin embargo, decidí servir al Señor y no me arrepiento de haberlo hecho ya que la misión ha traído muchas bendiciones a mi vida. Mucho de lo que soy es gracias a lo que aprendí y pude vivir durante esos dos años. Como decía mi presidente de misión: “Dios se acuerda de sus misioneros”, y puedo dar testimonio de que luego de la misión así fue. Regresé en febrero del 2015 y en marzo volví a la universidad para seguir estudiando violín y me recibieron sin problemas. A los pocos meses me empezaron a llamar como refuerzo en la orquesta sinfónica y esos fueron mis primeros trabajos. Yo siento que ahí estuvo la mano del Señor, porque habiendo tanta gente a la que podrían haber llamado, me llamaron a mí, aunque hacía dos años que no tocaba.

En la facultad fue muy difícil volver a empezar. Además de las clases, tenía muchas horas de técnica de violín para volver a estar en forma. Puedo decir que Dios me dio las oportunidades para educarme al volver de la misión e ir insertándome en el ámbito laboral. A los veintitrés años tomé mi primer cargo en la orquesta sinfónica de la Universidad Nacional de San Juan, que es donde actualmente trabajo. Hace dos años tomé unas horas en la cátedra de violín de la universidad y doy clases a niños entre siete y catorce años, en el nivel preuniversitario, que es donde me formé de niño. La verdad que cada vez me gusta más dar clases a los chicos y me hace muy feliz. Lo mismo que tocar con la sinfónica cada semana, es un sueño hecho realidad.

Me siento muy agradecido a Dios por haber puesto todas las circunstancias para que yo haya podido aprender y desarrollar esta disciplina. En especial, estoy muy agradecido por el esfuerzo y apoyo de mis padres, Graciela y Jhonny, durante tantos años de formación. Finalmente me siento muy agradecido a mi esposa Ailén, quien me dio el último empujoncito para que pueda terminar mi carrera universitaria y quien ahora me acompaña y apoya en cada proyecto.